Acurrucándome….

Por Laura Szmuch

Está llegando el tiempo frío en Buenos Aires, y siento ganas de ir preparándome para recibir los días más cortos, el invierno, y el tiempo de estar más en casa. Me gusta darle la bienvenida a los ocres, marrones, dorados, rojizos y amarillos en los árboles, a las hojas caídas, y al sonido que mis botas hacen al pisarlas.

Disfruto envolverme en una manta en el sillón a ver una película, o escuchar música, y aprovechar la oportunidad para volverme hacia adentro. Esta es una hermosa época para reflexionar, para hacerme preguntas, y para tomar decisiones. Es un lindo momento para abrazarme a mí misma, buscar el calor interno, y tal vez compartir una fondue de chocolate con amigos. O un té humeante como compañía, una rica torta, y el aire tibio de mi casa.

Mi casa. Mi espacio. Espacio físico, espacio mental.

Joseph Campbell escribió acerca de la necesidad de ese espacio. “Debes tener un cuarto o un lugar específico del día donde no sabes qué es lo que dice el diario. Un lugar donde simplemente puedas experimentar y sacar quién eres y quién puedes ser. Al principio puedes creer que nada ocurre. Pero si tienes un lugar sagrado y lo aprovechas y lo usas todos los días seguramente algo va a ocurrir.”

El lugar puede ser simplemente un rincón, un hueco, o mi cuarto. Un lugar para el silencio o la música. Para hacer nada o para deleitarme con lo que más me gusta. Un espacio donde yo decido, pongo y saco a placer, y tengo aire para pensar cosas nuevas.

En la quietud y en la fragancia de mi propio ser, utilizo este espacio para acurrucarme en mí misma, estar presente en cuerpo y alma, y vislumbrar hacia dónde quiero ir. Si las ideas vienen, les doy la bienvenida. Si no lo hacen, disfruto del no saber, y, en el proceso de descubrirlo, sé que todo está bien. Si todavía no lo sé, simplemente es momento de no saber. Hay momentos para todo. Aprendí a respetar eso. Momentos para actuar, y momentos para parar. Momentos para ir hacia fuera y momentos para ir hacia dentro.

El invierno nos invita a eso. En el profundo respeto por las estaciones y los ciclos, todo mi ser se va adaptando a lo que la naturaleza dicta. Mi cuerpo se amolda a mi edad, y no intento hacer nada para parecer menor de lo que soy. Me preparo para festejar mi próximo cumpleaños y para agradecer la posibilidad de lo vivido. Tal vez los años me den más sabiduría, más paciencia, más compasión, más amor. Más, o tal vez más profundo.

En este spa para mi alma que estoy viviendo hoy, celebro mi cuerpo, el aire que entra y sale por mis fosas nasales, mis amores, mis ganas, mis tiempos. Aprecio esta computadora que me conecta con tanta gente, y me lleno de gratitud por lo que fue, es y será.

Acurrucándome. Respirando el otoño en su esplendor. En las últimas semanas lo vi en el mar y en la montaña. Ahora en la ciudad y en mis árboles y plantas. Otoño que se mira, que se escucha, que se siente.

Acurrucándome. Acurrucándome en sensaciones, en el olor de mi piel y en la tibieza de mi ropa.

Acurrucándome en la certeza de que nada es cierto, o permanente, o duradero.

Acurrucándome en la confianza de que todo tiene su ciclo, y que todo vuelve, aunque de otra manera.

Acurrucándome sabiendo que tengo amigos, y que están cerca, aunque algunos vivan lejos.

Acurrucándome sintiendo energía de mujer, de madre, de maestra.

Acurrucándome y fluyendo, y dejando que el próximo invierno dé lugar a la nueva vibración que la primavera va a traer. Con aromas nuevos. Con ideas nuevas. Con fuerza. Con la fuerza que se forma cuando dejamos hibernar lo que debe ser hibernado. Respetando tiempos, espacios y ciclos.

 

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