La transición entre un despido y una nueva oportunidad

Por Laura Szmuch

En estos días en los cuales tanta gente se está quedando sin trabajo, y muchas familias están entrando en situación de riesgo, es importante que, además de los reclamos sociales que se consideren necesarios, y cualquier acción legal que sea pertinente, las personas tengan apoyo emocional para mantenerse fuertes. También es imperioso que tanto en forma individual como en grupos, se puedan desarrollar proyectos innovadores en forma creativa que todos puedan dignamente llevar el sustento a sus familias.

Las heridas que causan los despidos masivos no se curan solamente con palabras bonitas y frases de motivación. Quienes están siendo afectados tan dramáticamente por las reestructuraciones en las empresas, por el modo en el cual ciertos despidos se están realizando, o por el estado de la economía necesitan mucho apoyo, comprensión y contención. Cuando esto les pasa a algunos, en realidad, toda la sociedad está afectada. El psiquiatra rabino Abraham J. Twerski dice, refiriéndose a quienes pierden sus puestos de trabajo: “La depresión que resulta de golpes tan devastadores no puede ser aliviada solo con Prozac, por lo menos no a largo plazo”. Sin embargo, el acompañarlos para hacerles saber que esto es un tema de todos, alivia en parte la sensación de desasosiego de quien de la noche a la mañana pierde la fuente de sus ingresos.

Cuando una persona pierde su trabajo, y todo lo que eso trae aparejado, empieza a cuestionar su propio valor, ante el dolor de que quienes lo han despedido lo considera prescindible. Aunque su mente sepa que la noción de sí mismo no debería depender de tener un trabajo o no, su tono muscular dice lo contrario. La sensación de indefensión social se ve claramente en su postura corporal, y puede tener repercusiones en su salud. La identificación con el espacio laboral, sobre todo si se ha estado allí durante un tiempo considerable, hace que de pronto la persona quede sin el escenario que de alguna manera le dio cierta percepción de seguridad. Ante la pérdida de un trabajo, hay diferentes tipos de reacciones, dependiendo de varios factores: edad, personas a cargo, ocupación, dinero disponible para vivir hasta poder comenzar otra cosa, red de contención, y experiencias previas relacionadas con las pérdidas y la forma en la cual fueron procesadas. Cada persona reacciona de modos diferentes, de acuerdo a cómo perciba sus posibilidades, entre otras cosas.

Ante una persona que pierde un trabajo, es necesario que quienes están cerca lo apoyen recordándole que tiene una cantidad enorme de recursos internos, y que es necesario que comience a activarlos. En tiempos difíciles las familias o los grupos de pertenencia son necesarios para sostener, dar afecto y mostrar apreciación.  Si la persona se mantiene fuerte, tendrá más posibilidades para generar proyectos que le garanticen una salida laboral digna para seguir adelante.

Ante el hecho de quedarse sin fuente de ingresos, es indispensable empezar a generarlos hasta que otra posibilidad aparezca. No se trata de quedarse esperando hasta que surja el trabajo ideal, sino seguir activo hasta poder reinsertarse en un mercado que se está achicando. Es decir, la propuesta es mantener o inducir un estado de ánimo generativo, y no quedarse sentado cruzado de brazos rumiando el dolor que el despido causó.  Es decir,  es imprescindible no alimentar la impotencia y la tristeza, y sí nutrir la confianza y la dignidad. Ante lo que sucedió, es importante generar una respuesta vital para salir adelante.

Algunas preguntas para acompañarlo en este momento:

Sin pretender sonar simplista a partir de una situación grave, lo invito a pensar qué oportunidades pueden abrirse a partir de ese despido.

¿Qué cosas puede comenzar a generar? ¿Con quién puede asociarse? ¿Quién puede ayudarlo?

¿Qué nuevos modos de pensar pueden contribuir a que usted pueda generar un proyecto propio, por ejemplo?

¿Qué necesita para hacerlo? ¿Con qué recursos cuenta?

¿Qué habilidades y características personales lo habilitan a solicitar otro empleo? ¿Cuáles son sus cualidades?

¿Hay algo que necesita aprender?

¿Hay algo que siempre supo y nunca aplicó?

Mientras no tiene trabajo, aproveche el tiempo para aprender cosas: siempre hay cursos, lecturas, páginas web que pueden ayudarlo a desarrollar o activar esos recursos internos que hasta ahora han estado inactivos. La actitud que mantenga en este momento es clave para la proyección laboral.

El acompañamiento de un coach en este momento es ideal, por eso en momentos como este sería interesante que se pudieran formar grupos de coaching solidario, para acompañar a quienes están en la transición entre un despido y una nueva oportunidad, ya sea otro puesto de trabajo, o la creación de un proyecto propio. También son momentos para desarrollar movimientos solidarios hacia quienes están sufriendo la crisis más que otros.

Aprender a pedir perdón

Por Laura Szmuch

Todos estamos interconectados, por lo tanto,  lo que hacemos y cómo lo hacemos, inevitablemente, repercute en nuestras relaciones.  Puede suceder que  algunas personas se sientan heridas por algo que dijimos o no dijimos, hicimos o no hicimos, sin que nosotros nos  hayamos dado cuenta de que la expectativa que se tenía sobre nuestra conducta era muy diferente a la forma en que actuamos. ¿Qué hacemos cuando cualquiera de estas cosas ocurre?

Los seres humanos actuamos y muchas veces lo que hacemos hace daño. Ya sea por nuestra falta de conciencia, ignorancia o descuido, los demás pueden verse afectados negativamente por nuestras acciones. Cada vez que tomamos una decisión, alguien es afectado. No hace falta tener la intención de lastimar a otro, sin embargo, podemos hacerlo por accidente o porque la otra persona interpretó nuestras acciones de forma muy diferente a la nuestra.

Si bien hay gente que hace  cosas en contra de otros con total alevosía, sabiendo que esa acción les va a causar problemas, hay otras personas que se ven en medio de situaciones que no habían previsto.  Un posible escenario es el hacer algo sin tener en cuenta la opinión de los demás involucrados, creyendo que es la única o mejor opción.  Veamos un ejemplo: sin  consultar con su esposa, Juan decidió vender el auto. Pensó en el bienestar de familia, pero no contó con la opinión de su pareja. Ella sintió que al momento de tomar decisiones, su marido pensó solamente en su propio beneficio. Ella se enojó y él escuchó sus reproches durante varios meses. Juan no quiso hacer daño, su intención pudo haber sido solucionar problemas, pero su actitud causó una respuesta que él no había imaginado.

Otra situación posible es manejar parámetros muy diferentes a los de las otras personas. Si no compartimos modos de ser, de pensar o valores, lo que puede pasar es que los demás esperen de nosotros lo que nunca prometimos hacer. Cuando en una relación una persona maneja determinadas reglas acerca de las cosas, aprendidas en su cultura o entorno familiar, y la  otra persona no sabe qué es importante para el otro, seguramente va a haber bastantes malentendidos, ofensas y reproches. Frases que nos muestran que las personas se manejan desde puntos de vista muy diferentes podrían ser:  “Se supone que en casos como este deberías…” “Tendrías que haber hecho….” “ Lo más lógico es…”. Las interpretaciones que cada persona le da a las acciones de los demás tienen que ver con su modo de ver las cosas y no con el hecho de que la persona haya actuado bien o mal.

Ya sea que hagamos algo y no nos demos cuenta de las posibles consecuencias, lo hagamos adrede, o simplemente actuemos y los demás nos culpen de algo que para nosotros es normal, lógico o está bien hecho como lo hicimos, se genera un conflicto cuando alguien se siente dañado o lastimado.  El gran problema es que todo esto genera emociones que no ayudan en la construcción de relaciones sanas. Cuando se mantienen por mucho tiempo, el enojo se transforma en resentimiento, el dolor en sufrimiento, y la tristeza en angustia profunda.  Por otra parte, la culpa que puede surgir en la persona que hizo algo que terminó mal, puede inmovilizarlo para seguir adelante con su vida. La culpa causa sufrimiento crónico, malestar, agobio, enojo volcado hacia uno mismo. En algunos casos la culpa llega a ser torturadora, especialmente si la persona siente que ha trasgredido valores o ha herido sin darse cuenta.

Por eso siempre es necesario aprender a restablecer el equilibrio. Una muy buena manera de hacerlo, es considerar la posibilidad de reparar lo que se ha lastimado. La reparación es una forma sana de colaborar con el orden de la vida. ¿Y cómo se hace esto? El primer paso es pedir perdón.

Si sentimos culpa por algo que hemos hecho, en lugar de torturarnos, una mejor opción es el considerar el desagravio por lo que se ha causado.  Muchas personas llevan durante años cargas innecesarias por no haberse disculpado por cosas que tal vez a los demás no les parecieron tan graves. Germán, a los 45 años,  le escribió un mail de disculpas a una mujer de su edad que había sido su compañera de juegos durante la infancia porque cuando eran chicos le había hecho un comentario discriminatorio. Él solo entendió la gravedad de lo que había dicho cuando creció, y durante mucho tiempo no lo pudo soportar. Cuando se animó a hablar con ella y se disculpó, él pudo recuperar una parte de sí mismo que no le había permitido sentirse bien durante demasiado tiempo. Por otra parte, aunque ella ya había olvidado lo que había pasado tanto tiempo atrás, se sintió muy respetada al recibir esas disculpas aún después de varias décadas.

Si sabemos que otros están enojados con nosotros por algo que hicimos, aunque no entendamos por qué el otro interpretó nuestras acciones de ese modo, es bueno tener una conversación con la otra persona,  explicarle nuestro punto de vista y pedirle disculpas, tal vez no por lo que hicimos, sino por cualquier daño que ellos hayan sentido que hemos causado. Nosotros no tenemos control sobre cómo los demás perciben las cosas y cómo eligen actuar o reaccionar. Sin embargo, es muy sabio poder decir. “Te pido perdón por cualquier inconveniente, dolor o daño que mis acciones hayan causado. No fue mi intención hacerlo”.

Y si el daño causado es realmente muy grande, además de pedir perdón, es imprescindible ofrecer una reparación. No siempre la reparación va a anular los efectos de lo que ha sucedido, pero si las personas no saben ofrecerla, siempre se sentirán merecedoras de castigo. Con el tiempo el terrible malestar por lo ocurrido se endurecerá y afectará todas las áreas de su vida. Es imprescindible hacer algo diferente, nuevo, satisfacer las necesidades de las personas afectadas, y evitar el auto martirio estéril esperando algún tipo de castigo.

Admitir nuestros errores, o hacernos responsables del resultado de nuestras acciones aunque no sean los que tuvimos en mente, ser lo suficientemente humildes para acercarnos a otro desde el corazón para decir: “Lo siento”.  “Discúlpame”.  “Te pido perdón”. “¿Qué puedo hacer para reparar este daño?” evidencian una persona emocionalmente madura, comprometida con la libertad de ir tejiendo relaciones sanas, de abrazar lo que sucede y aceptarlo para poder cambiarlo  y mejorar la calidad de vida y de la disponibilidad interna para nutrir buenas relaciones.

 

¿21 días para formar un hábito?

Por Laura Szmuch

Los seres humanos tenemos la capacidad de realizar acciones intencionales, y movernos en dirección al logro de nuestros objetivos. Muchas personas se preguntan cuánto tiempo les puede llevar acostumbrarse a comer en forma saludable, sostener una actividad física, tener una rutina de cuidado personal, o empezar y sostener una práctica meditativa. Algunos científicos estudian nuestra base neurobiológica para establecer si las acciones motivadas por objetivos pueden convertirse en hábitos.

Se suele decir que se necesitan 21 días para formar un hábito. ¿Esta información es correcta?      

Veamos de dónde viene esta información. En los años 50, un cirujano plástico, el Dr. Maltz, comenzó a notar que cuando realizaba una operación, sus pacientes necesitaban 21 días para acostumbrarse a su nueva cara, si había realizado una cirugía de nariz, por ejemplo, o, en caso de amputaciones, que la persona se adaptara a esta nueva situación. Entonces empezó a investigar cuánto tiempo le llevaba a él adquirir hábitos y llegó a la conclusión de que se requiere un mínimo de 21 días para que una imagen mental vieja se disuelva y se pueda formar una nueva. Su libro acerca de este tema fue un gran best-seller. A partir de ahí, su trabajo influenció a muchos escritores de libros de autoayuda.  Pareciera que la información se transmitió un tanto distorsionada. Así se empezó a esparcir esta idea, y mucha gente entendió que el 21 era un número mágico. De esta forma, se formó el famoso mito en relación a la formación de hábitos.

Si bien parece muy motivador creer que en ese período de tiempo podemos modificar nuestra vida, veamos qué dicen algunos científicos que han estudiado el tema. Una investigadora del University College London, la Dra. Phillipa Llaly (2009), investigó este tema. Llegó a la conclusión de que el tiempo para llegar al nivel de automaticidad, dependiendo de la persona, variaba entre 18 y 254 días.  Notó que la repetición de una conducta en forma consistente, aumentaba la posibilidad de que esa conducta se convirtiera en hábito.

¿Qué diferencia hay entre una acción y un hábito?

Cuando realizamos una acción por primera vez, necesitamos planificarla, aunque solo lleve unos momentos de atención antes de realizarla. A medida que vamos repitiendo esas acciones en determinados contextos, empiezan a volverse más automáticas y requieren menos tiempo de planificación previa. Los hábitos nos ayudan ya que nos liberan de la necesidad de estar desarrollando estrategias todo el día para hacer acciones básicas: preparar un té, andar en bicicleta, darnos una ducha y también algunas rutinas un poco más complejas.  Los hábitos son una gran ayuda, ya que nos permiten no tener que estar decidiendo nuestros actos todo el tiempo. Las rutinas nos ahorran tiempo, y liberan nuestra atención para hacer otras cosas que nos importan.

Sin embargo, hay hábitos que no nos sirven, y no son saludables. Según la ciencia, es más difícil perder un hábito, que incorporar uno nuevo. Una investigadora y profesora de Neurociencia en el Departamento del cerebro y ciencias cognitivas del MIT, Ann Graybiel (2005) demostró los patrones neurales en zonas específicas del cerebro cada vez que se modifica un hábito.  Las neuronas cambian su forma de relacionarse entre ellas cada vez que un nuevo hábito es adquirido. Sin embargo, es asombroso notar que es mucho más complicado revertir el proceso. Estos patrones ocurren en los ganglios basales, una región cerebral donde se alojan los hábitos, las adicciones y los aprendizajes, especialmente de procedimientos. Según sus estudios, los hábitos más arraigados no se eliminan del todo, lo cual explicaría por qué es muy difícil para algunas personas dejar de fumar o de comer compulsivamente.

¿Cuánto tiempo lleva realmente formar un hábito nuevo?

De acuerdo al estudio de la Dra. Llaly, el promedio es 66 días. Eso depende del tipo de conducta, de la persona y de las circunstancias. El estudio también demuestra que si la conducta se saltea en alguna oportunidad, eso no afecta el proceso de formación del hábito. Es decir, construir buenos hábitos no es cuestión de todo o nada.

Todos los hábitos que tenemos, ya sea que nos hagan bien o no, son el resultado de pequeñas decisiones, conscientes o no conscientes, que vamos tomando a lo largo de nuestras vidas. Cuando queremos realizar un cambio, es necesario recordar que nos llevó mucho tiempo llegar hasta aquí, y necesitamos prepararnos internamente para modificar eso que ya hemos guardado en nuestro sistema neurológico. Las transformaciones no ocurren de la noche a la mañana. Nuestra vida actual es la suma de todos los hábitos que fuimos adquiriendo.

Todo lo que hacemos y pensamos en forma repetida va moldeando quienes somos. Hay hábitos relacionados con conductas, otros con pensamientos y también otros que están relacionados con nuestro sentido de identidad. El profesor de Stanford B.J. Fogg sugiere que para adquirir un hábito, como por ejemplo, usar hilo dental, debemos comenzar con una pequeña acción, aunque sea insignificante. No importa cómo lo hagamos, sino que pensemos en convertirnos en el tipo de persona que realiza ese hábito. Para que un hábito perdure, debemos asociarlo con algún tipo de placer o recompensa, por ejemplo, la celebración y reconocimiento de que estamos yendo por buen camino. Es importante también asegurarnos de que los hábitos que deseamos construir sean realmente significativos para nosotros, es decir, que sean iniciados y mantenidos por nuestro propio deseo y no porque suponemos que debemos hacerlo para complacer a otra persona.

Según James Clear, escritor que se ha dedicado a investigar este tema,  la clave para construir hábitos a largo plazo es crear una nueva identidad primero.  Las conductas actuales reflejan la identidad actual. Lo que hacemos es un espejo del tipo de persona que creemos que somos. En la misma línea, Rafael Echeverría, el creador de la ontología del lenguaje, dice: «El mayor desafío que enfrentamos los seres humanos no es el conocernos a nosotros mismos. El mayor desafío es el de inventarnos a nosotros mismos. Los seres humanos participamos con los dioses en el acto sagrado de nuestra propia creación».

Si cambiamos la noción de quienes somos, es más sencillo crear nuevos hábitos. Es por eso que a través de disciplinas como el coaching ontológico, que  apunta a una descripción nueva de nuestra identidad,  a  través de la PNL, que trabaja profundamente en las creencias que potencian o limitan a una persona,  de la Neuroeducación que aporta información útil acerca de la neuroplasticidad, o del Mindfulness o atención plena, que nos lleva a grandes niveles de conciencia de nuestras acciones, se puede crear hábitos elegidos y duraderos, que contrarresten los que ya no queremos tener y parece tan complicado desactivar.

Investigación de la Dra Llaly    http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1002/ejsp.674/abstract

Investigación de la Dra Graybiel    http://news.mit.edu/2005/habit

Trabajo del Profesor Fogg    http://www.foggmethod.com/

 

 

Qué es y qué no es la PNL?

Por Laura Szmuch

PNL significa Programación Neurolingüística y  surgió en los años 70 a partir de  la curiosidad de Grinder (lingüista) y Bandler (matemático)  de entender la relación entre la experiencia subjetiva y las conductas de las personas.  Desde ese momento hasta ahora el campo de estudio, investigación y aplicación ha crecido enormemente, y actualmente podríamos decir que el nombre ha quedado pequeño y poco descriptivo del trabajo que los practicantes de la PNL realizan.

Esta es una metodología sumamente generativa: desde los comienzos se  puso énfasis en el modelado, es decir, en descubrir cómo las creencias, los valores, el modo de pensamiento de las personas (que en ese momento se ejemplificó con la metáfora de la computadora y sus programas, de ahí el nombre “programación”), influyen enormemente en el campo de lo que la persona percibe como posible y por lo tanto, realiza, y también lo que  interpreta como imposible, y por eso ni siquiera lo intenta.

Desde sus orígenes hasta ahora, ha ido creciendo y desarrollándose de modos diferentes de acuerdo a quiénes la  transmiten, investigan o practican. El énfasis inicial fue entender qué hacen los buenos comunicadores  y fomentar  la sintonía o rapport entre las personas, tomar en cuenta los canales sensoriales con los cuales organizamos la información, el lenguaje verbal y no verbal, el logro de objetivos, y muchos otros temas.  A lo largo de los años han surgido otros intereses: el modelado de líderes, personas que consiguen lo que se proponen y gente que es muy buena en lo que hace.

Las definiciones de PNL que hemos encontrado son muy diversas, ya que su alcance es grande, y gracias a los aportes de otras disciplinas ha ido creciendo y enriqueciéndose. Como la presuposición principal de la PNL es “El mapa no es el territorio”, el practicante de la PNL es invitado a entender desde un principio en su formación que cada persona es diferente: cada mente es un mundo, y no todos percibimos e interpretamos la realidad de la misma forma. El tomar en cuenta la maravilla de que todos somos únicos e irrepetibles le da una riqueza indescriptible a esta disciplina, y al mismo tiempo, nos lleva a notar, varias décadas después de que fuera inicialmente concebida, que podríamos hablar de varias PNLs, tantas como practicantes hay en el mundo.

Es por eso que a muchas personas se les hace un tanto desafiante explicar qué hacen cuando dicen que practican Programación Neurolingüística: saben que les gusta, que les hace bien, que les ha traído cambios muy positivos en su vida, que ha mejorado sus relaciones, evitado o solucionado conflictos internos o con otros, sin embargo, no pueden explicar de qué se trata. La respuesta ante quien pregunta, muchas veces es: “Hacé un curso o taller, ahí vas a tener la vivencia”.

Si bien la PNL ha sido criticada por no tener sustento científico, a lo largo de los años se han publicado investigaciones, principalmente en el campo de la educación. En este momento hay grupos de practicantes y entrenadores que están trabajando seriamente en la investigación. De todas formas, no por no ser científico  debe ser descartado. El yoga, por ejemplo, que ya lleva varios miles de años en el mundo, recién está siendo investigado científicamente ahora, con descubrimientos y confirmaciones de cosas que los yoguis ya sabían aún sin tener los instrumentos para medir actividad cerebral o cambios fisiológicos.  En la actualidad, con la tecnología apropiada, muchas  universidades se dedican a eso.

La PNL, que entre tantas cosas que podemos decir de ella, es una exquisita tecnología para mejorar la calidad de vida de las personas, es decir, la nuestra. La PNL es muchas cosas, pero NO es tantas otras.

La PNL no es una serie de técnicas mecánicas, aplicables fuera de contexto. Es decir, las prácticas dentro de esta disciplina se hacen desde un estado de preparación interna, una actitud mental de curiosidad y apertura, y el deseo auténtico de aprender acerca de nosotros mismos, para modificar lo que decidamos que ya no nos está sirviendo.

La PNL no es algo que alguien “le” hace a otro. Si bien un proceso de aprendizaje de PNL puede resultar sumamente terapéutico, es, principalmente eso, un proceso de aprendizaje. Las personas siempre deciden qué es lo que desean modificar y cómo, ya que una de las premisas básicas de la PNL es aumentar la capacidad de elección y la autonomía de los practicantes.

La PNL no es una filosofía de pensamiento positivo. El practicante de la PNL reconoce lo que no está bien en su vida, o no es como le gustaría, para poder cambiarlo. Es verdad, se desarrolla la conciencia de la importancia de la actitud, pero no es una disciplina: “Don’t worry, be happy” en medio de una situación que debe ser resuelta.

La PNL no es un libro de recetas fáciles para alcanzar el éxito en una semana. No hay formulas fijas, cada persona es única. No todos tienen los mismos objetivos, ni definen éxito de la misma manera. Y sobre todo, la PNL no ofrece recetas.  La responsabilidad personal es altamente valorada.

La PNL no se usa para programar ni manipular a otros, por lo menos no desde la ética que compartimos los miembros de la Red Latinoamericana de PNL.

 

Gramática motivacional en el ámbito laboral

El mundo entero es un escenario,
y todos los hombres y mujeres meros actores.

William Shakespeare

 

Por Laura Szmuch, inspirado en la “Gramática de los Motivos”, de Kenneth Burke (1969).

La motivación es la fuerza que mueve a las personas a hacer lo que hacen.

 

La existencia humana se resume en cada obra de teatro, y su estructura es la misma. Kenneth Burke postuló un modelo que se considera esencial en los análisis retóricos.  Es una péntada, cuyos elementos responden a la pregunta acerca de qué está implicado cuando indagamos por qué la gente hace lo que hace. Para comprender los motivos de nuestras acciones debe haber un hecho concreto o ACTO, una ESCENA, lugar o contexto donde ese acto ocurre, una persona que lo lleva a cabo: el AGENTE, los medios que lo han llevado a actuar: la AGENCIALIDAD y el PROPÓSITO con el cual ha actuado.

Para analizar la motivación por la cual una persona hace algo, es necesario considerar cada uno de los vectores de esta péntada, ya que cada uno de ellos influye en el otro. Es válido preguntarnos: ¿Qué revela esta acción sobre esta persona? ¿Qué nos muestra acerca de su propósito?

Comencemos por el elemento fundacional: la escena.

Escena

La escena es el espacio, tanto físico como emocional y/o psicológico donde toma lugar la acción.  Son las condiciones y el momento donde las cosas transcurren. En ese espacio se dan las interacciones entre las personas o agentes.

 

La fuerza motivacional del espacio donde los eventos tienen lugar no puede subestimarse.  Las escenas contienen las acciones, es decir, el lugar en gran manera determina qué puede hacerse y qué no. También el espacio influye en cómo se llevarán a cabo esas acciones.

La relación que cada persona (agente) tiene con su espacio influye notablemente la forma en que actúa. Desde el punto de vista motivacional, la calidad de una acción está implícita en la calidad de una escena. Cuando los agentes o personajes están interactuando, las condiciones escénicas pueden ser consideradas el ambiente, y cualquier acto puede ser considerado  parte del contexto que modifica los actos siguientes. Si bien esta péntada tiene cinco elementos, es necesario tomar en cuenta que son un sistema en el que se interactúa, al superponerse los elementos y complementarse. El término escena generaliza el concepto tanto de espacio físico como de antecedentes históricos, encuadre o versión. Es un término que refiere a cualquier situación en la cual se ubiquen los actos y los agentes. Cada vez que se analice un acto, una acabada discusión acerca de sus motivos debe contener algún tipo de referencia a la escena en donde tiene lugar

Términos que pueden ser usados como sinónimos de escena son: la sociedad, el medio, la situación política, localizaciones específicas como ser lugar y hora. También pueden ser considerados escena las expresiones metafóricas como: “climas de opinión”, “escenario de ideas”. La máxima militar “el terreno determina las tácticas” demuestra la relación entre escena y acto.

En el ámbito laboral, podemos darnos cuenta de que los trabajadores hacen o dejan de hacer está altamente  condicionado por el espacio donde se desempeña. No es lo mismo un lugar bien decorado, ventilado, cómodo, que horas interminables con luz artificial y olor a encierro. También es importante considerar cómo el clima laboral que podemos definirlo como las relaciones comunicativas y de confianza que se establecen entre los trabajadores pueden propiciar o inhibir el buen ejercicio de las tareas.

Un trabajador que se siente fastidiado o presionado por el ambiente, el clima, y las relaciones con los demás trabajadores, no va a realizar lo que debe hacer con la misma calidad que si ese espacio propiciara las acciones esperadas. Los actos suelen estar alineados con las escenas, y las escenas con los actos. Es decir, las actividades de las personas influyen en la escena, y ayudan a mantenerla, propiciarla, mejorarla o empeorarla. Un cambio físico puede tener gran influencia en las acciones: un reordenamiento de escritorios y material de trabajo, una mejor decoración del espacio, y sobre todo, una mayor atención a cómo la gente se está relacionando entre sí, tienen gran peso en la motivación laboral.

Acto

El acto es lo que sucede en determinado tiempo y espacio. Como ya dijimos, la calidad de la escena lleva implícita la calidad de la acción que va a tomar lugar en la misma. Es importante distinguir entre acto y escena, pero es importante reconocer su interdependencia.

Muchas veces se reduce la acción a mero movimiento. La diferencia entre acto y movimiento es que en la primera hay propósito, mientras que en la segunda el actor parece ser movido automáticamente. La profesión, la vocación, las políticas, las estrategias y las tácticas son conceptos de acción. Sin embargo, ciertas tareas llevadas a cabo en forma casi automática el elemento de acción se reduce al mínimo, y se transforma en simple movimiento, por ejemplo en operaciones puramente administrativas, el archivado, el trabajo en una línea de producción, entre otros.

Agencialidad

El tercer elemento es la  agencialidad y se refiere a las teorías implícitas, creencias y valores, que rigen y sostienen a las acciones. Son esas teorías o programas, precisamente,  las reglas que gobiernan  las acciones.  Burke señala que dos personas, realizando uno al lado de otro los mismos movimientos, están realizando diferentes actos, en relación a las diferencias en sus actitudes en relación a su trabajo. Da como ejemplo la diferencia entre manejar un elevador en el sistema privado y  hacerlo en un sistema comunitario. De acuerdo Burke, desde el punto de vista de esta péntada, se podría colocar la agencialidad como el punto más alto. La acción voluntaria, la agencialidad humana y la causalidad personal son factores motivacionales básicos.

 Agente

El agente, es quien realiza el acto.  Este elemento necesita una subdivisión: agente, co-agente y contra-agente. El agente es quien actúa, sin embargo, su acción puede depender, o estar completa o parcialmente modificada por un co-agente (amigo) o contra-agente (enemigo). Como vimos antes, el elemento escénico tiene una enorme influencia sobre los actos llevados a cabo por el agente, y su alcance está relacionado con las reglas para la acción (agencialidad) que tenga cada uno de los agentes. La escena influye tanto como para propiciar determinado tipo de acción, o para motivar el deseo de modificarla.

Propósito

Finalmente, el quinto elemento de la péntada es el propósito. Una vez que la agencialidad ha salido a la superficie, los otros términos se acomodan fácilmente a la regla. Los materiales escénicos se convierten en medios que los organismos emplean en el proceso de crecimiento y adaptación. El organismo mismo es una confluencia de medios, y cada parte está al servicio de las otras partes.  Burke dice que al referirse a propósito, puede estar haciendo alusión a algo místico, a la esencia divina, a la fuente creativa. De todos los cinco términos, el propósito se ha convertido en el más susceptible de disolución, en relación al reconocimiento formal que recibe. Se podría decir que el propósito es supervivencia implícita. De la misma forma el propósito está implícito en los conceptos de acto y agente y de agencialidad, ya que las herramientas y los métodos tienen un propósito.  Si bien la reducción conductista-materialista de la escena ha eliminado al propósito, el rol gramatical queda implícito en el elemento que se constituye en su substituto.

Una vez explicada la péntada, pasemos a  una aplicación práctica reflexiva.

Escena:

Espacio físico

¿Cómo es el ámbito laboral en el cual te desempeñas?

¿De qué manera el espacio físico propicia o limita tus acciones?

¿Qué cambios podrías realizar a tu lugar de trabajo para que te resulte más fácil llevar a cabo las acciones laborales que desempeñas o deberías desempeñar?

¿Qué nuevos espacios podrías crear?

Con respecto al entorno emocional

¿Cómo son las relaciones entre las personas?

¿Cómo se llevan y comunican?

¿Cómo se saludan?

¿Cómo es el trabajo en equipo?

¿Qué tono de voz usan para comunicarse?

¿Se comunican, o suponen que todo es obvio, que el otro ya debería darse cuenta?

¿Hay capacitación laboral?

¿Se toman en cuenta las aspiraciones de las personas que trabajan juntas?

¿Qué estado de ánimo predomina?

¿Cómo se nutren las relaciones?

Acto:

¿En qué consiste tu trabajo?

¿Es algo mecánico o está alineado con un propósito?

¿Son acciones diseñadas por un equipo, consensuadas, o actos aislados?

¿De qué manera podés ver la relevancia de tu trabajo en relación al trabajo que desempeñan otras personas?

¿Sabés cuál es la importancia de lo que estás haciendo?

¿Qué pensás acerca de la forma en que usás tu tiempo?

¿Qué relación hay entre tus actividades laborales diarias y tu propósito laboral?

Agente:

¿Cuál es tu rol dentro de tu ámbito laboral?

¿Conocés la descripción de rol de tu puesto de trabajo?

¿Qué preparación tenés para el trabajo que realizás? ¿Cómo seguís aprendiendo y capacitándote?

¿Cuáles son tus expectativas de crecimiento en tu carrera?

¿Quiénes son las personas con las cuales trabajás y de qué manera se comunican?

¿Con quiénes trabajás codo a codo y con quiénes tenés conflictos? ¿Qué tipo de conflictos son, y cómo los resuelven?

Agencialidad:

¿Qué pensás acerca del trabajo que realizás?

¿Qué opinás acerca del lugar, de tus compañeros, de tus posibilidades en ese lugar, de lo que ganás?

¿De qué modo tus ideas políticas afectan tu trabajo?

¿Qué crees acerca del trabajo en general?

¿Qué pensás acerca de vos mismo, de tu rendimiento, de tu desarrollo?

Propósito

¿Para qué trabajás?

¿Qué es lo que hace que te quedes en el lugar donde estás?

¿Para qué te preparaste, por qué elegiste el tipo de trabajo que realizás?

¿Cuál fue tu visión en el momento de decidir a qué dedicarte?

¿Cuál es tu visión ahora?

 

Yoga+,  julio 2017

 

¿Me contás un cuento?

Juan y María llegan a casa después de un largo día de trabajo. Le dan un beso a Joaquín en la mejilla, mientras el chiquito sigue con los ojos en la pantalla de la Playstation. Pone la carita para el beso, y luego endereza el cuello y continúa su sesión de hipnosis con el divertido juego.
La pareja prepara algo para comer, y mientras se cocina, chequean sus correos electrónicos: uno en el celular, y otro en la tablet. Cuando la cena está lista, y después de llamar a Joaquín por lo menos cinco veces, la televisión es el cuarto comensal. Por supuesto, la familia conversa durante la cena, y el tema es el programa que están mirando.
Sacan de la mesa, Joaco vuelve a su juego, y así van pasando los días, dejando la comunicación familiar más profunda para las vacaciones. “Con la corrida de todos los días, viste, no tenés mucho tiempo para hablar con tus hijos”, se excusan los padres.

Otra versión de la misma historia:
Los papás llegan, Joaquín juega, como cualquier chico, y cenan, como todas las familias. Y cuando ya levantaron de la mesa, y acomodaron juntos, mamá o papá se sientan con su hijito a contarle un cuento. Puede ser un cuento inventado, leído de un libro, o simplemente recordado. Es un momento para estar cerca, para que haya contacto piel a piel, ojo a ojo. Para escucharse, y ver si el cuento le da lugar a Joaquín a contar algo que pasó durante el día.
El escuchar cuentos favorece la autoestima del niño. ¿Cómo es eso? Mamá, papá, o quien esté contando le está dedicando tiempo, lo mira, tal vez lo acaricia, lo toma en cuenta. El chico pasa a ser el centro de la atención del narrador, en lugar de cualquier otra distracción. La computadora, la televisión, los juegos electrónicos son maravillosos, no estoy proponiendo que no haya lugar para ellos. Lo que estoy sugiriendo es que además de ellos, las familias puedan agregar también momentos compartidos, por ejemplo, a través de los cuentos, las canciones, el deporte, o alguna actividad lúdica.
Si dedicamos tiempo y ganas a hacer cosas juntos, nos enteraremos de qué piensan y sienten nuestros hijos, y los acompañaremos activamente en su crecimiento.
Laura Szmuch

10 claves para entender el fenómeno del coaching.

Los coaches invaden empresas, la televisión y la educación, entre otros ámbitos. Infobae dialogó con una especialista para determinar de qué se trata la profesión, cuáles son sus características y quiénes pueden realizarla

La enfermedad de estar siempre ocupado

Se fuerza la máquina de noche y de día.

Y el cantante con los músicos se juegan la vida.
Silvina Garré

¿Quién es la máquina?

¿Cómo se fuerza?

¿Vale la pena?

Somos una sociedad que anda a las apuradas, como si correr fuera sagrado. Corremos de un lado a otro como si nos escapáramos de algo, y consideramos que los momentos de descanso o de silencio son simplemente una pérdida de tiempo. El parar no tiene nada que ver con ser haragán o con derrochar tiempo. Es una parte muy importante de nuestras vidas.

El arte de parar

Parar es hacer nada, tanto como se pueda, durante un momento o varios días, y el propósito es despertarnos, recordar quiénes somos y qué queremos hacer con nuestra vida.

Parar es pasar tiempo sin nada específico para hacer. Puede ser algunos segundos, algunas horas, un día entero, un fin de semana, un mes o mucho más. ¿Qué se hace en esos momentos? Nada. Simplemente se es, se respira, se camina, se sienta, se da vueltas, se mira por la ventana, se observa, se sueña, se descansa, se toma un vaso de agua, se queda quieto, se sonríe, se elonga. La lista no tiene límites, solo la falta de comodidad en ese tiempo de nada.

Hace solo algunos años, el tiempo para hacer nada solía ser muy habitual en la vida humana. Simplemente ocurría: esos espacios entre los eventos de la vida: el camino al trabajo o al colegio, horas en los campos con mucho tiempo para pensar, momentos silenciosos esperando que el agua hirviera, que entrara en calor la radio, o que parara la lluvia. Triste y trágicamente, estos momentos para detenernos, estos momentos de silencio, ya casi no existen. Y si se nos cruza alguno, nuestra tendencia inmediata es llenarlos con más actividad, buscar información nueva en Twitter o Facebook, contactarnos con alguien vía Whatsapp, o entretenernos  compulsivamente con algún video juego.

Quizás esto tenga que ver con los tiempos que cambian y con nuestra vida moderna. Lo que olvidamos es que este tipo de momentos es quizás la fuente mejor y más rica de significado y creatividad, porque durante esos momentos, horas y días, nos volvemos conscientes de lo que está sucediendo y recordamos lo que necesitamos para llenar nuestra vida de sentido.

Sin tiempo para detenernos, nuestras almas se duermen, se distraen, y nos olvidamos de lo que es importante para nosotros. Cuando estamos demasiado llenos de actividad, nuestra mente está tan atiborrada de cosas, que estamos lejos del estado de creatividad y energía necesaria para comenzar algún proyecto personal o de negocios. Eso nos va a llevar al fracaso sin excepción. Si vivimos así, nos estamos arriesgando a levantarnos una mañana gris y fría cuando ya creemos que somos demasiado viejos para cambiar y nos damos cuenta de que nos perdimos la vida que queríamos.

La idea de parar es muy simple de entender. Hacer nada no es un concepto difícil. El gran desafío es cambiar algunas cosas en la rutina diaria para incluir este tipo de tiempo. En realidad, es anticultural, revolucionario o radical. También puede parecer naif, o tonto. Sí, todo esto hasta que se decida a parar un  minuto o un día. Los beneficios van a estar a la vista. Es simple, es fácil y muy disfrutable.

El parar va a hacer de su vida su vida, ya que le va a estar dedicando tiempo y cuidado. Recuerde que hacer nada no es una pérdida de tiempo. Tenemos permiso para hacer nada. El parar aumenta la eficacia. El parar nos conecta con nuestro yo verdadero, la parte que sabe quiénes somos y qué queremos hacer.

Son precisamente los silencios entre las notas musicales, los que hacen que una pieza musical realmente exista.

Ejercicio (del libro “Las seis inspiraciones”)

Aprendamos a tener momentos de detención, la forma más sencilla de parar

1.      Una opción

  • Pause un momento, quédese donde está.
  • Relaje su cuerpo lo más posible, suelte las tensiones.
  • Respire profundamente. L-e-n-t-a-m-e-n-t-e.
  • Piense en algo o en alguien que le haga sentir bien.
  • Mantenga esa imagen en su mente con los ojos cerrados durante unos segundos.

2. Otra opción

  • Deje lo que está haciendo, camine hacia una ventana, mire hacia afuera. Solo mire. Nada más.
  • Quédese quieto. Note lo que hay ante sus ojos. Nada más.
  • Deje que pase el tiempo. Unos segundos. Minutos. Pierda la noción de tiempo durante un rato. No haga nada. Que su mente pasee un rato.
  • Enfoque  en su respiración. Inhale, exhale. Ojos abiertos u ojos cerrados.

 

Puede hacer algo parecido mientras espera en el semáforo, mientras está parado en alguna fila, después de la cena si sale a dar una vuelta, mirando las estrellas, sintiendo los aromas de la noche, en el fin de semana mientras está en casa y se toma unos minutos para mirarla, para vivirla, pasearla, recorrerla, llenarla de bendiciones.

 

Un día lleno de logros

No es lo mismo estar ocupado todo el tiempo, lleno de actividad, que estar logrando cosas. Para capitalizar el tiempo, no es necesario hacer cosas sin parar, sino usar el tiempo inteligentemente.

Para poder hacerlo es esencial  saber qué es lo que quiere o tiene que hacer. Pensar si el día va a alcanzar para eso o no. Y segundo, imaginar cómo se va a sentir cuando lo haya terminado.

No todos los días son iguales, por eso, unos minutos a la noche anterior o a la mañana para orientar la mente y declarar una intención son una gran ayuda.

Como cada persona es diferente, no se puede dar una receta infalible de cómo sería un día lleno de logros. Una buena idea es hacernos estas preguntas:

¿Qué es lo más importante para mí en esta etapa de mi vida?

¿Dónde soy necesario, y dónde no?

¿Qué cosas dependen de mí y cuáles no?

¿Qué cosas me daría una gran satisfacción terminar cada día de esta semana?

¿Cuándo puedo tener un encuentro íntimo conmigo mismo para volver a definir estas cuestiones, para actualizarlas y volver a reflexionar sobre ellas?

 

Estas preguntas ayudan a pensar en nuestras prioridades y a gestionar mejor el tiempo. Al contestar estas preguntas cada semana, cada insight contribuirá  a que sus días estén llenos de pequeños grandes logros.

La combinación de los momentos de silencio y descanso, la renuncia a la prisa innecesaria, y el foco a través de las preguntas para definir prioridades va a nutrir el  compromiso claro con usted mismo, y lo ayudarán a mantenerse constante y a evaluar si lo que está haciendo es realmente lo que elige estar haciendo.

Seamos jóvenes para siempre

Nuestra cultura pareciera haber incorporado como verdad absoluta que ser o parecer joven es sinónimo de bueno. Si lucimos jóvenes, aunque tengamos edad avanzada, tendremos el cielo ganado.

“La juventud está en la mente, no en los años que uno tiene. Hay jóvenes de 70 años, y viejos de 20”, dicen algunos. ¿A qué se refieren cuando dicen “juventud”?  No hablan realmente acerca de ser joven, sino a la vitalidad, flexibilidad y amplitud de mente.  Estas son cualidades que pueden aparecer en gente con más años y también en quienes recién se asoman a la vida. Ser sano, activo y optimista no tiene nada que ver con la juventud, sino con una manera de vivir la vida.

El verdadero significado de joven es que tiene pocos años de vida. Si bien la palabra puede ser asociada con otras ideas, juventud es un período en la vida, no una cualidad.  Nos han vendido la idea de que debemos honrar la juventud eterna, y de esa forma nos invitan a desvalorizar todas las cualidades que vienen con la experiencia de una vida vivida con conciencia. Así compramos todo tipo de productos para parecer lo que no somos, para simular que nuestro cuerpo no es como es, devaluando la maravilla de todo lo que sí es. La madurez es una cualidad que no tiene tanta prensa, y generalmente, aunque con excepciones,  aparece cuando ya no se es joven.

Veamos qué sucede con el cuerpo físico:

El cuerpo cambia y no tiene la misma forma o tamaño que cuando teníamos 20 años. Este tipo de modificación es fácil de apreciar en los niños: las mamás y papás saben que la ropa que le entró al hijo a los 5 años, no le va a entrar a los 7. No solo porque crece en altura, sino porque las formas corporales se van modificando. Muchas marcas olvidan que tanto hombres como mujeres no tienen el mismo tipo de cuerpo a los 30 que a los 50, aunque pasen largas horas en el gimnasio o se castiguen con las dietas más estrictas.  A veces no son las marcas sino las mismas personas que se empeñan en utilizar ropa que no se adapta al nuevo cuerpo al cual no se han animado a darle la bienvenida. No es solo el tamaño, sino la forma lo que cambia.

Si hablamos de la piel, sabemos que una cosa es limpiarla,  humectarla, nutrirla y cuidarla, otra cosa es auto flagelarse con productos que lastiman y arruinan el cuerpo o la cara, para borrar alguna arruga. Las arrugas deberían ser reivindicadas. Son la prueba de que vivimos, de que sonreímos, nos hemos expresado, pensado, enojado, disfrutado del sol y del viento. El cuerpo vivido está para ser honrado, ya que la existencia  transcurrida va dejando señales, aprendizajes, y nos hace especiales y únicos. La edad debe ser respetada. Es preferible que nos digan: “Qué bien que estás”, “Qué radiante se te ve”, a  “Qué joven (y flaca) estás”. Es mucho mejor que te alaben por tus ideas y sensatez que por una piel estirada artificialmente o un rostro que no supo sonreír. Las arrugas demuestran que vivimos. Ni más ni menos.

Una persona madura puede estar por encima de los mandatos sociales de juventud eterna y la tiranía de cierto tipo de moda que ignora la verdadera belleza de las personas, tengan la edad que tengan.

 

Para reflexionar:

¿Cómo se siente acerca de su cuerpo?

¿Lo cuida y lo nutre, o solamente lo critica cuando está frente al espejo?

¿Qué cosa buena y estimulante ha hecho por usted misma hoy?

¿Se pelea con los cambios naturales por el paso del tiempo, o los acepta?

¿De qué forma se prepara para ser una adulta sana y vital aún cuando tenga edad avanzada?

¿Y qué sucede con los objetos?

En la práctica zen los sabios nos instan a honrar y respetar los objetos.  En contraste con nuestra costumbre de renovar, de adquirir lo último que nos invita todo tipo de moda, es bueno aprender a cuidar lo que ya tenemos. Es verdad que muchas de las cosas que adquirimos tienen un tiempo de caducidad muy efímero. Los celulares pasan a ser anticuados muy rápidamente y en poco tiempo ya no nos sirven.  Esto se debe al avance enorme de la tecnología a pasos agigantados y velocidades extremas, y también a nuestra cultura de consumo, donde usamos gran parte de nuestra vida para adquirir dinero para comprar cosas que no necesitamos y que en realidad no nos interesan o no nos sirven. Una buena idea es aprender a valorar   y cuidar lo que ya tenemos.

Tanto en relación con las personas como con los objetos, nos manejamos en esa aceleración enfermiza, en la cual todo debe cambiar, y es menester adaptarnos a todo lo nuevo. Nos dicen que si el mundo cambia, nosotros debemos cambiar. Este es un mito que enferma y estresa en forma alarmante. Si hablamos de cambio como aprendizaje, es una cosa. Si nos referimos al cambio como lo que sucede en nuestra biología en forma natural también. Sin embargo, si “adaptarnos al cambio”  nos exige que dejemos de ser quienes somos, que usemos nuestra energía en parecer en lugar de ser, eso no es sano. No es un cambio con conciencia, sino impuesto desde afuera.  Si el adaptarnos a lo que se nos exige implica que vayamos de dieta en dieta, de cirugía en cirugía,  que nos desesperemos porque no somos como los modelos, es momento de parar y empezar a cuestionarnos qué nos está pasando.  Recordemos que los cuerpos reales de los modelos también crecen y se adaptan a su edad, pero nos engaña el hecho de que gozan con el beneficio del photoshop o similar. No podemos ser una “imagen de filtro” permanentemente. Es hora de valorar quiénes y cómo somos, aceptar la edad propia y ajena, y cultivar la sabiduría.

Artículo publicado en Saber Vivir de noviembre 2017

Laura Szmuch es Magíster en Psicología Cognitiva, Coach y entrenadora de PNL

Acurrucándome….

Por Laura Szmuch

Está llegando el tiempo frío en Buenos Aires, y siento ganas de ir preparándome para recibir los días más cortos, el invierno, y el tiempo de estar más en casa. Me gusta darle la bienvenida a los ocres, marrones, dorados, rojizos y amarillos en los árboles, a las hojas caídas, y al sonido que mis botas hacen al pisarlas.

Disfruto envolverme en una manta en el sillón a ver una película, o escuchar música, y aprovechar la oportunidad para volverme hacia adentro. Esta es una hermosa época para reflexionar, para hacerme preguntas, y para tomar decisiones. Es un lindo momento para abrazarme a mí misma, buscar el calor interno, y tal vez compartir una fondue de chocolate con amigos. O un té humeante como compañía, una rica torta, y el aire tibio de mi casa.

Mi casa. Mi espacio. Espacio físico, espacio mental.

Joseph Campbell escribió acerca de la necesidad de ese espacio. “Debes tener un cuarto o un lugar específico del día donde no sabes qué es lo que dice el diario. Un lugar donde simplemente puedas experimentar y sacar quién eres y quién puedes ser. Al principio puedes creer que nada ocurre. Pero si tienes un lugar sagrado y lo aprovechas y lo usas todos los días seguramente algo va a ocurrir.”

El lugar puede ser simplemente un rincón, un hueco, o mi cuarto. Un lugar para el silencio o la música. Para hacer nada o para deleitarme con lo que más me gusta. Un espacio donde yo decido, pongo y saco a placer, y tengo aire para pensar cosas nuevas.

En la quietud y en la fragancia de mi propio ser, utilizo este espacio para acurrucarme en mí misma, estar presente en cuerpo y alma, y vislumbrar hacia dónde quiero ir. Si las ideas vienen, les doy la bienvenida. Si no lo hacen, disfruto del no saber, y, en el proceso de descubrirlo, sé que todo está bien. Si todavía no lo sé, simplemente es momento de no saber. Hay momentos para todo. Aprendí a respetar eso. Momentos para actuar, y momentos para parar. Momentos para ir hacia fuera y momentos para ir hacia dentro.

El invierno nos invita a eso. En el profundo respeto por las estaciones y los ciclos, todo mi ser se va adaptando a lo que la naturaleza dicta. Mi cuerpo se amolda a mi edad, y no intento hacer nada para parecer menor de lo que soy. Me preparo para festejar mi próximo cumpleaños y para agradecer la posibilidad de lo vivido. Tal vez los años me den más sabiduría, más paciencia, más compasión, más amor. Más, o tal vez más profundo.

En este spa para mi alma que estoy viviendo hoy, celebro mi cuerpo, el aire que entra y sale por mis fosas nasales, mis amores, mis ganas, mis tiempos. Aprecio esta computadora que me conecta con tanta gente, y me lleno de gratitud por lo que fue, es y será.

Acurrucándome. Respirando el otoño en su esplendor. En las últimas semanas lo vi en el mar y en la montaña. Ahora en la ciudad y en mis árboles y plantas. Otoño que se mira, que se escucha, que se siente.

Acurrucándome. Acurrucándome en sensaciones, en el olor de mi piel y en la tibieza de mi ropa.

Acurrucándome en la certeza de que nada es cierto, o permanente, o duradero.

Acurrucándome en la confianza de que todo tiene su ciclo, y que todo vuelve, aunque de otra manera.

Acurrucándome sabiendo que tengo amigos, y que están cerca, aunque algunos vivan lejos.

Acurrucándome sintiendo energía de mujer, de madre, de maestra.

Acurrucándome y fluyendo, y dejando que el próximo invierno dé lugar a la nueva vibración que la primavera va a traer. Con aromas nuevos. Con ideas nuevas. Con fuerza. Con la fuerza que se forma cuando dejamos hibernar lo que debe ser hibernado. Respetando tiempos, espacios y ciclos.