¿Me contás un cuento?

Juan y María llegan a casa después de un largo día de trabajo. Le dan un beso a Joaquín en la mejilla, mientras el chiquito sigue con los ojos en la pantalla de la Playstation. Pone la carita para el beso, y luego endereza el cuello y continúa su sesión de hipnosis con el divertido juego.
La pareja prepara algo para comer, y mientras se cocina, chequean sus correos electrónicos: uno en el celular, y otro en la tablet. Cuando la cena está lista, y después de llamar a Joaquín por lo menos cinco veces, la televisión es el cuarto comensal. Por supuesto, la familia conversa durante la cena, y el tema es el programa que están mirando.
Sacan de la mesa, Joaco vuelve a su juego, y así van pasando los días, dejando la comunicación familiar más profunda para las vacaciones. “Con la corrida de todos los días, viste, no tenés mucho tiempo para hablar con tus hijos”, se excusan los padres.

Otra versión de la misma historia:
Los papás llegan, Joaquín juega, como cualquier chico, y cenan, como todas las familias. Y cuando ya levantaron de la mesa, y acomodaron juntos, mamá o papá se sientan con su hijito a contarle un cuento. Puede ser un cuento inventado, leído de un libro, o simplemente recordado. Es un momento para estar cerca, para que haya contacto piel a piel, ojo a ojo. Para escucharse, y ver si el cuento le da lugar a Joaquín a contar algo que pasó durante el día.
El escuchar cuentos favorece la autoestima del niño. ¿Cómo es eso? Mamá, papá, o quien esté contando le está dedicando tiempo, lo mira, tal vez lo acaricia, lo toma en cuenta. El chico pasa a ser el centro de la atención del narrador, en lugar de cualquier otra distracción. La computadora, la televisión, los juegos electrónicos son maravillosos, no estoy proponiendo que no haya lugar para ellos. Lo que estoy sugiriendo es que además de ellos, las familias puedan agregar también momentos compartidos, por ejemplo, a través de los cuentos, las canciones, el deporte, o alguna actividad lúdica.
Si dedicamos tiempo y ganas a hacer cosas juntos, nos enteraremos de qué piensan y sienten nuestros hijos, y los acompañaremos activamente en su crecimiento.
Laura Szmuch