PNL y chamanismo

Modelando la riqueza de las sabidurías ancestrales

Por Laura Szmuch

Era una noche oscura, y solo se oía el caminar sobre la hierba seca de todas las personas que participarían en la ceremonia de fuego.  Una zona consagrada, cargada de energías.  El tambor sonaba a la distancia, mientras pedíamos permiso a los guardianes del lugar para poder ingresar. El chamán nos dio las instrucciones, y llegó el silencio. Un silencio reverente, en ese espacio sagrado donde activaríamos nuestros deseos y sueños con la fuerza del elemento ardiente.

Una vez listas, en cuerpo, alma y espíritu, se nos permitió ingresar. Un fuego poderoso, en un hueco enorme en la tierra, era la única iluminación en un claro del bosque. Los pies descalzos en esa  noche fría tanteaban el suelo. Pies de ciudad, poco acostumbrados al contacto directo con la Madre Tierra. Cualquier rama, hoja o piedrita que pisábamos nos recordaba y mostraba nuestra relación con la Madre, la Pachamama, la que nos alberga y nos sostiene.

Ingresando en sentido anti horario alrededor del fuego, nos ubicamos en el lugar donde pudimos. Había mucha gente. Mientras nos íbamos incorporando al círculo, el chamán nos recordaba con voz firme y serena: “Con conciencia, no en forma mecánica. Con presencia”.

Recuerdo que esa  primera experiencia en una ceremonia, vivida hace unos años, me llevó a desear profundizar e investigar la relación que podría existir entre la PNL y las sabidurías ancestrales. Me motivó a visitar y contactar sabios indígenas, aprender de ellos, y modelar sus enseñanzas.  En ese proceso me encuentro, aprendiendo, disfrutando, y dándome cuenta de todos los filtros en la percepción que hemos adquirido debido a nuestra crianza y educación occidental.

Nuestra cultura ha olvidado la reverencia, no obstante, empezamos a aprender a recuperarla. No es un proceso sencillo, ya que tenemos tantas distracciones que nos alejan de lo real y sagrado, que nuestra transformación hacia una vida con aroma diferente es un gran desafío. La larga tradición iniciática de muchas culturas ahora abre sus puertas e invita a no indígenas a aprender y participar en los cambios de conciencia.

Últimamente se utiliza mucho la palabra chamanismo, con diferentes significados y con mucha confusión. Es muy difícil hablar del chamanismo en esencia, pero podemos describir sus manifestaciones. Podemos acceder a la más común de todas, que refiere a la capacidad de algunas personas de provocar estados extáticos de transformación en la experiencia y conciencia cotidiana. Mi primer pensamiento al escuchar esto fue: “Eso hacemos los practicantes de la PNL”. Inmediatamente decidí correrme de eso que me había dicho, porque cuando surge el “eso ya lo sé”, rápidamente se bloquea el aprendizaje.  Aunque esto nuevo que estaba experimentando era en esencia lo que ya conocía, opté por “dejar de saber”, y ser una aprendiz real. Resolví abrirme a este conocimiento, que no es un conocimiento intelectual sino vivencial. ¿Cómo la PNL? Sí, como la PNL, pero desde otro lugar. Se parece, pero pertenece a un terreno completamente diferente, y si pasamos esto por alto, solo nos quedamos atrapados en la superficie, en la manifestación y no en la esencia.

Cuando hablamos de estados extáticos de conciencia podemos recordar esa magia que sentíamos cuando éramos niños al descubrir algo nuevo, cuando todavía sabíamos que existen otras realidades. Nadie nos había dicho todavía que dejáramos ese espacio, nadie nos había hecho “bajar a tierra” todavía. Nuestros canales energéticos estaban abiertos y perceptivos y sabíamos que el universo es esencialmente mágico. Y en algún momento, nuestra cultura nos llevó a la realidad lógica, racional, mecánica, ordinaria, tangible, determinada, limitada, concreta, desprovista de la conexión con otras realidades.

De acuerdo a Kant, las características básicas de la mente racional moderna están delineadas en los cuatro elementos básicos que una persona en pleno uso de razón y habilidades cognitivas debe manejar. Esos elementos son el tiempo, espacio, número y causalidad. De acuerdo a Piaget, todo niño normal debe tener estos conceptos elementales formados e interiorizados antes de los siete años. Ariel José James, antropólogo e investigador del chamanismo, considera que todo parecería indicar “que la capacidad del pensamiento humano se rige por la ley de la causalidad, se contabiliza en números definidos, se define a través de representaciones abstractas, y se enmarca dentro del tiempo establecido y el espacio físico dominante”.  Y concluye diciendo que esta es una verdad, pero no es la única ni necesaria verdad.

Cuando los practicantes de PNL imaginamos mundos posibles, cuando visualizamos lo que supuestamente todavía no existe, generalmente no nos damos cuenta de que en realidad estamos ingresando en un espacio sagrado o Mente Mayor, como la llamaba Gregory Bateson. Recuerdo con una sonrisa el momento, hace muchos años,  cuando aprendí la técnica “Generador de comportamiento”. No podía dejar de preguntarme de dónde salían esas imágenes, cómo aparecían. Como entrenadora de PNL he pasado los últimos 18 años acompañando a personas que sostenían que “no iban a poder ver nada”, y que se asombraban ante la sorpresa de descubrir que las imágenes se proyectaban sobre paredes vacías, que podían ingresar en mundos imaginarios para hacerlos realidad en muy poco tiempo.   Los practicantes de la PNL sabemos que no hacen falta sustancias para entrar en estas ensoñaciones, siempre y cuando la técnica no sea solo técnica, es decir, que sea una práctica con presencia y conciencia. Esas realidades posibles son parte de un reino que está fuera de nosotros, pero también aguardan dentro de nuestra psique. Nos esperan para ser reveladas, recordadas, liberadas y re-construidas.

Nuestra ciencia por ahora sabe muy poco acerca de la composición real del mundo, y aunque sabemos de la existencia de cuatro dimensiones fundamentales (ancho, largo, profundidad y tiempo), hay varias dimensiones subatómicas o dimensiones enrolladas de Kaluza-Klein. Sabemos que existen fuerzas cósmicas, pero la realidad es que se sabe demasiado poco. El mundo racional es muy limitado, y queda mucho para descubrir todavía.

Actualmente las culturas se han concentrado en la acumulación de riquezas. Sin embargo, hay muchas otras que han usado su tiempo, espacio, atención y energía para desarrollar las potencialidades imaginarias y simbólicas de la mente humana. Me refiero a los Mexica, Toltecas en México, Arhuacos y Kogis en Colombia, Qeros en Perú, Quechuas en Bolivia, entre tantos otros.  Ellos saben conjugar el equilibrio entre el hemisferio derecho e izquierdo. Nuestro cerebro actual está configurado a partir de lo que nuestra cultura nos permitió: podemos ver y sentir un número limitado de percepciones y sensaciones. Como dice Luis Carlos Restrepo, psiquiatra,  necesitamos “una liberación cerebral que sea capaz de romper el circuito inhibitorio del tálamo y el ocultamiento de las principales áreas del hemisferio derecho, para producir nuevas formas de codificación mental y desatar los umbrales mínimos de la percepción humana”. Y esto no es nuevo. Es la esencia del mensaje de los grandes maestros. Ya sabemos que no tenemos solo cinco sentidos, solo hace falta aprender a desarrollarlos. Conocemos los primeros cinco, pero está también el sexto, más el séptimo y octavo: la propiocepción y la intracepción, como nos cuenta Jon Kabat Zinn en sus cursos de Mindfulness. Y además de esos, hay muchos más, como me enseña mi amiga y maestra Inka Lekumberri.

El mes pasado tuve el honor de ser invitada a Nabusimaque, en la Sierra Nevada de Santa Marta, en el norte de Colombia. Tierra de conciencia, de conexión y respeto por la Madre Tierra. En próximos artículos compartiré algunos de los profundos aprendizajes durante esos días intensos y de gran profundidad espiritual. Los arhuacos son una cultura de tiempo interno, donde los eventos y ceremonias empiezan y nunca se sabe cuándo concluyen. Un teti (hombre arhuaco) me dijo con firmeza: “Laura, acá no hay horas, acá tenemos tiempo”. Un tiempo que les permite ser con el Sol, con la Luna, el río y la Sierra. Un tiempo y espacio donde en medio de una meditación a la orilla del río cristalino, me di vuelta hacia mi derecha y me encontré con un caballo bebiendo al lado mío. Una realidad física sagrada, diferente a la nuestra, que permite que camines en compañía de cerdos salvajes, patos, ovejas, y otros animales. La gente se comunica con las aves, quienes les traen mensajes que ellos saben interpretar.

En el proceso de colonización en nuestro continente, muchas de estas culturas y conocimientos pasaron a ser considerados inferiores. Los indígenas fueron despreciados y sus prácticas fueron prohibidas. Se les dijo que su conocimiento estaba basado en meras supersticiones, y muchos de ellos lo creyeron, y adoptaron el paradigma de pensamiento occidental. La medicina chamánica que considera la unidad de cuerpo y alma fue suprimida, llevando a muchos pueblos a sufrir enfermedades, pobreza y a someterse a prácticas médicas que son ajenas a su cosmovisión.

“Es ante esta situación que el chamanismo contemporáneo tal como lo practicamos nosotros,  es crítico y liberador. Es volver a beber en las fuentes ancestrales de conocimiento y superar la filosofía de vida actual, la no unidad entre el hombre y la naturaleza, revalorizar los saberes originarios y cuestionar profundamente la destrucción de la selva y de las plantas medicinales y sagradas, la destrucción de los pueblos indígenas y sus saberes milenarios. El chamanismo para nosotros es también una forma de resistencia, porque no podemos continuar viviendo  como si nuestra vida no fuera importante”. Chamalú, en el libro Iveshama, Chamanismo Andino Amazónico, páginas 49-50.

Sin embargo, el chamanismo no es una receta para cambiar el modelo mental. Desde el punto de vista occidental podríamos entenderlo como una filosofía de vida, una concepción diferente del Universo, de la relación con los elementos, la Naturaleza, el Cosmos. Es una manera de vivir y estar en el mundo propia de la mayoría de los pueblos indígenas y tradicionales de la Tierra. También podríamos decir, como dice Ariel José James en la introducción del libro Chamanismo, el otro hombre, la otra selva, el otro mundo:

 “El chamanismo es la capacidad humana de establecer relaciones coherentes como un todo con las esferas sagradas, divinas y maravillosas del mundo. Es la visión de una realidad aparte que, sin embargo, está acá con nosotros. Chamanismo es arte. Chamanismo es posibilidad humana de creación”.

Y es aquí donde veo esa conjunción perfecta con la práctica de la PNL, al menos en la forma en que elegí  encararla. Seguiré aprendiendo, modelando, grabando sabiduría en mis músculos y en mi alma. Esta es una hermosa manera de profundizar, de ir a otro  nivel, de generar e invitar otras realidades a este plano.