Los ingredientes esenciales del coaching, la terapia o cualquier proceso de aprendizaje: presencia y confianza.
La PNL nos brinda muchas herramientas, modelos, conceptos, principios, y, sobre todo, la maravillosa habilidad del modelado. Este es uno de los motivos por los cuales nuestra ecléctica disciplina resulta tan poderosa y eficaz como acompañamiento y soporte de tantas disciplinas.
Más allá de todo lo que un buen practicante de la PNL ha aprendido en sus formaciones, si desea acompañar formal y profesionalmente a otros, necesita entrenarse para hacerlo. No es únicamente “vení que hacemos una técnica” con un amigo o familiar. Un coach es una persona que acompaña profesionalmente, en un contexto adecuado y en ciertas condiciones. Puede ser un solo encuentro, o un proceso, dependiendo del tema que la persona que consulta necesite y elija explorar.
El modelo esencial del coaching de la PNL, y también en cualquier otro tipo de acompañamiento o enseñanza es
estado presente +recursos/obstáculos +estado deseado.
A veces hablamos de resultados, pero yo me pregunto muchas veces a qué nos referimos exactamente cuando hablamos de resultados.
Permitime que lo explique más claramente. En este tipo de acompañamiento, los coaches estamos muy enfocados en “el objetivo expresado en afirmativo y bien específico” o “en una intención clara expresada en pocas palabras”. En realidad, las consultas con un coach son, precisamente, para el logro de algún objetivo, diseño de plan de acción o proyecto. El tema es que muchas veces el coach olvida otros elementos que son básicos y esenciales. Un docente, cuando prepara a sus estudiantes para aprobar un examen, también puede llegar a pasar muchas cosas por alto si solamente toma en cuenta el resultado que desea obtener.
Uno de ellos es la forma en la cual está presente con el consultante o estudiante. Esa presencia y escucha son el regalo más hermoso que le podemos hacer, en un mundo en el cual la gente está cada vez menos disponible para otros desde su esencia. Antes de estar tan pendientes de qué preguntar o técnica aplicar, es indispensable dejar de pensar que la vida es un problema para resolver y comenzar a conectar con lo que esa persona está trayendo en este momento, además de la necesidad de un cambio. Es la habilidad de estar abiertos y disponibles, presentes, con escucha desde el corazón. Lo nuestro es una disciplina de encuentro entre seres humanos, no una serie de recetas o protocolos para aplicar.
Muchas veces, abrir el espacio para que la persona pueda sentirse sostenida, comprendida y escuchada, es suficiente. Tal vez se pregunte: ¿Está diciendo que como coach no debería intervenir?
No, no estoy diciendo esto. Estoy invitando a coaches y futuros coaches, educadores, terapeutas y también a mí misma cada día, a crear un entorno amplio y seguro, sin intentar “arreglar” a nadie. Las personas acuden a nosotros, en el momento en el cual lo hacen, porque no pudieron solas, intentaron ya unas cuantas otras cosas, o se sienten solas e incomprendidas. Durante el espacio- tiempo que compartimos creamos un lugar de encuentro físico (aunque no necesariamente presencial), somático, cognitivo, emocional y espiritual.
Ese espacio es una burbuja imaginaria que nos contiene, donde la persona es bienvenida desde todo nuestro Ser. Es el vínculo de confianza, la conexión que creamos, lo que hace que la persona pueda ir desplegándose.
Estamos allí para apoyarlos, y poner todo nuestro conocimiento y experiencia a su disposición, para que se lleve lo que vino a buscar, o algo de naturaleza superior. A veces, en un primer momento es una buena escucha, sentirse comprendidos, claridad y paz interior. Detectar en qué tipo de trance llegan, lo que en coaching ontológico diríamos: la historia que se cuentan. En PNL vamos un poco más allá de la narrativa, porque operamos también sobre las representaciones internas, la mente no consciente y lo somático. Decimos que las personas llegan en el trance de algún problema.
Byron Katie dice que solo es posible estar sentada, acostada o parada. El resto, es parte la historia que nos contamos, o del trance en el cual vivimos. Desde la PNL operamos en niveles profundos, siempre y cuando ambos, facilitador y consultante, estén en un estado óptimo. Stephen Gilligan lo llama estado COACH. A mí me gusta llamarlo estado inspirado. Un espacio físico y emocional que contiene, apoya y da seguridad. Una postura corporal cómoda y centrada. La conexión entre nosotros y algo superior a nosotros. La disponibilidad hacia el consultante, cuya confianza en nosotros es clave para el proceso de transformación.
En este estado, estamos invitando a todos los recursos: los internos, los externos, los trascendentales a hacerse presentes y accesibles. La transformación solo puede emerger bajo ciertas condiciones de cuidado, amorosidad y apoyo.
Nos enfocamos en la persona, en lo que le está sucediendo, y tenemos presente y olvidamos el objetivo al mismo tiempo. Tal vez podamos invitarlo a llevarse mucho más de lo que inicialmente creía que podía conseguir. Acompasamos, lideramos, dejamos que el consultante pueda comenzar a fluir. Y ahí puede producirse lo que la coach María Celia Kochur llama “mutua alquimia”. Nada es igual después del acompañamiento a una persona, porque lo que esa persona descubre, nos toca y nos amplía el mapa. Confiamos en la naturaleza capaz y creativa del otro, sabiendo que podemos estar llegando a lugares profundos, y mucho más amplios que lo que nuestros egos, mentes conscientes o narrativas pueden concebir.
Para inspirar, sostener, acompañar y estar presentes, es necesario estar centrados nosotros mismos, creer en el otro, reconocer la importancia de nuestra participación como canal de eso que está por surgir. Teniendo paciencia, respetando ritmos y tiempos, sin empujar salvo cuando sea absolutamente necesario y acompase el estilo del consultante, para que pueda salir de algún lugar donde está estancado y es necesario que comience a moverse y fluir.
Como coaches, terapeutas, educadores: ¿cómo podemos convertirnos en ese espacio seguro, ese territorio de confianza y apoyo para los consultantes/estudiantes?
¿Cómo nos sentimos cuando conseguimos eso? ¿Qué nos decimos, que vemos, que nos cuenta nuestro cuerpo a través de las sensaciones?
Para acompañar a otros, es necesario estar muy bien preparados. Seguir explorándonos. Estar atentos a dónde nos toca lo que trae el consultante.
Cuando logramos ese espacio interrelacional de presencia y confianza, ya estamos listos para que la magia ocurra. El “resultado”, en el sentido tradicional del concepto, aunque importante, pasa a segundo plano cuando la persona pudo percibirse de forma más completa, accedió a su versión Sabia, y encontró en nosotros un Ser Humano con mayúsculas.
Laura Szmuch
Máster Trainer y Coach en PNL. Magíster en Psicología cognitiva y aprendizaje. Docente y coordinadora de Modelados Neurolingüísticos, Coaching de la Inspiración y Trainer en PNL.