El Trabajo y el impacto de las palabras

En estos días, cerca del día internacional del Trabajo o del Trabajador, quisiera compartir con ustedes algunas reflexiones sobre la importancia de las palabras que usamos, y sobre la presuposición básica de la PNL: El mapa no es el Territorio, frase de científico y filósofo Alfred Korzybski. Es decir, el punto de vista acerca de cómo la abstracción derivada de un objeto, o una reacción hacia él, no es la cosa en sí misma. Korzybski sostuvo que muchas personas confunden mapas con territorios, esto es, confunden modelos de la realidad con la realidad misma.

Hay personas que perciben la palabra “trabajo” con una connotación muy negativa. Para ellos trabajo es sinónimo de esfuerzo, de sacrificio, de tener que hacer algo que uno debe hacer, pero no lo desea. En la fantasía de la posibilidad de la dolce vita, el ocio permanente, trabajar es un castigo. Por supuesto, hay diferentes tipos de trabajo. Está el trabajo esclavo que es un tema aparte. También hay trabajos mal remunerados, esos en los cual los trabajadores no encuentran propósito salvo llevar un poco de dinero a casa a fin de semana o mes. Entonces el trabajo se transforma en yugo, en “traba”, en fastidio.

Por otra parte, algunos pensadores han introducido la idea de que el trabajo dignifica. Y acá el significado del término y su connotación es completamente diferente a lo expuesto anteriormente. Tiene que ver con el sentido de autoeficacia, autoestima y autosuficiencia que el ganar su propio dinero le otorga a una persona que dependía económicamente de otra, o que venía de un entorno en el cual solo un empleo o un emprendimiento le empieza a dar sentido y orientación a su vida.

Precisamente, en el Preámbulo de La Declaración Universal de Derechos Humanos Declaración Universal de Derechos Humanos adoptada y proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su resolución 217 A (III), París, Francia, 10 de diciembre de 1948 se habla de la «dignidad intrínseca (…) de todos los miembros de la familia humana», y luego afirma en su artículo 1º que «todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos».

Comparto uno de sus artículos:

Artículo 23

  1. Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo.
  2. Toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por trabajo igual.
  3. Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de protección social.

El tener “trabajo” permite a las personas aumentar su percepción de dignidad. Por supuesto, siempre hablamos de una labor con remuneración justa y reconocida. Tener trabajo potencia la sensación de pertenencia a un grupo humano, y da orientación y sentido a muchas personas. Obviamente las personas somos dignas con o sin trabajo, estoy hablando de la percepción de valor propio que expresa un número importante de personas y la posibilidad de contar con su propio dinero para vivir. A veces es solo nivel subsistencia, y otras veces la posibilidad de disfrutar la compra de eso que desea adquirir. En momentos de desempleo no elegido, aumenta la sensación de inseguridad, aislamiento, enojo, frustración, depresión, ansiedad y en algunos casos, alejamiento del resto de las personas.

Para muchas personas el trabajo tiene un gran efecto terapéutico, y esto se relaciona con la autopercepción que tienen de sí misma. Me refiero a personas con o sin discapacidades. Tener una rutina de actividades, ser parte de un equipo, ser tomado en cuenta y saber que cuentan con nosotros es muy importante para la salud mental. Las personas en estado de desocupación que dependen de otras personas o de instituciones públicas, suelen sentirse alienados y fuera del sistema social.

Para muchas personas el trabajo ocupa la mayor cantidad de su tiempo, por eso es necesario preguntarnos acerca de cómo estamos representando este concepto internamente. Personalmente, encuentro la palabra trabajo muy bella, porque la relaciono con la posibilidad de expresar lo mejor de mí a través de él. No siento peso, ni fastidio, ni molestia por el hecho de “tener que trabajar”. Todo lo contrario: siento que siempre estoy eligiendo.  Algunos dicen que cuando amás lo que hacés, el trabajo ya no es trabajo. Yo no estoy de acuerdo con eso. El trabajo es siempre trabajo, aunque lo ames. Los tiempos en los cuales nos equilibramos es en los momentos de ocio, descanso y recreación, tan necesarios como el tiempo dedicado a ganar dinero.

Sin embargo, hay personas que han elegido utilizar otras palabras, porque por diferentes motivos el término “trabajo” ha adquirido para ellos una connotación negativa. Es un término que se les ha anclado al displacer, al maltrato, al esfuerzo y al sacrificio. También lo asocian a no tener tiempo de hacer lo que les gustaría hacer, o no descansar lo suficiente. Tal vez también a perder el tiempo en algo que no tiene sentido para sus vidas.

Entonces buscan otros términos, como por ejemplo labor, actividad, “laburo”, incluso tengo amigos que lo llaman juego. Una vez escuché a alguien decir: “Yo no trabajo. Hago cosas todo el tiempo”. No importa como lo llamemos, qué termino usemos, cuando decimos trabajo nos referimos a cualquier actividad que nos da dinero. Puede ser un empleo o un emprendimiento.

Preguntas para que reflexiones durante estos días:

¿Cómo representás el término o concepto trabajo? ¿Se te aparece alguna imagen? ¿Te decís algo? ¿Cómo suena la palabra para vos? ¿Hay alguna sensación en tu cuerpo cuando pensás en él? ¿Cómo es esa sensación? ¿Tiene alguna forma, color, peso, olor, textura? ¿Te resulta agradable o desagradable?

¿Elegís usar la palabra trabajo o la cambiarías por otra? ¿El cambio en la palabra te modifica la sensación? Si elegís llamarlo de otra forma que más te guste, ¿eso modifica tu percepción?

¿Qué información te está dando el notar cómo es el concepto “trabajo” para vos? ¿Qué dejarías igual, qué modificarías? ¿Qué estás descubriendo que te motiva o desmotiva?

Tomate un rato para ir hacia adentro y sentir qué te sucede cuando pensás en esto.

También es importante que nos preguntemos cuáles son las condiciones laborales que harían una actividad remunerada satisfactoria. ¿Es la remuneración, el tiempo invertido, el entorno social, las condiciones laborales, las responsabilidades, el desarrollo profesional, los valores que la empresa representa (en caso de ser un empleo)?

El darnos cuenta dónde estamos y qué nos pasa internamente es un excelente primer paso para preguntarnos si esto que estamos viviendo es lo que deseamos, o es necesario cambiar la representación, o actuar para cambiar de actividad en el caso de que sintamos que no estamos donde nuestro propósito de vida nos invita.

Si decidieras cambiar de rumbo: ¿Qué te gustaría hacer? ¿Qué necesitarías aprender, hacer o pensar para animarte a buscar otra cosa? Percibite haciendo eso que tenés muchas ganas de hacer, ¿cómo se siente en el cuerpo? ¿Hay algo que te digas? ¿Algo diferente que oigas, que veas, que percibas?

En el mes del trabajo y del trabajador, te invito a la incómoda tarea de darte cuenta si estás por el camino que tu alma te pide, o es hora de empezar a dar los pasos necesarios para crear eso que te encantaría estar viviendo.

Sea cual sea tu respuesta, te deseo un feliz día del Trabajador/a.

Laura Szmuch

Máster Trainer y Coach en PNL. Magíster en Psicología cognitiva y

aprendizaje. Docente y coordinadora de Modelados Neurolingüísticos,

Coaching de la Inspiración y Trainer en PNL.

 

 

Los ingredientes esenciales del coaching, la terapia o cualquier proceso de aprendizaje: presencia y confianza.

La PNL nos brinda muchas herramientas, modelos, conceptos, principios, y, sobre todo, la maravillosa habilidad del modelado. Este es uno de los motivos por los cuales nuestra ecléctica disciplina resulta tan poderosa y eficaz como acompañamiento y soporte de tantas disciplinas.

Más allá de todo lo que un buen practicante de la PNL ha aprendido en sus formaciones, si desea acompañar formal y profesionalmente a otros, necesita entrenarse para hacerlo. No es únicamente “vení que hacemos una técnica” con un amigo o familiar. Un coach es una persona que acompaña profesionalmente, en un contexto adecuado y en ciertas condiciones. Puede ser un solo encuentro, o un proceso, dependiendo del tema que la persona que consulta necesite y elija explorar.

El modelo esencial del coaching de la PNL, y también en cualquier otro tipo de acompañamiento o enseñanza es

estado presente +recursos/obstáculos +estado deseado.

 A veces hablamos de resultados, pero yo me pregunto muchas veces a qué nos referimos exactamente cuando hablamos de resultados.

Permitime que lo explique más claramente. En este tipo de acompañamiento, los coaches estamos muy enfocados en “el objetivo expresado en afirmativo y bien específico” o “en una intención clara expresada en pocas palabras”. En realidad, las consultas con un coach son, precisamente, para el logro de algún objetivo, diseño de plan de acción o proyecto. El tema es que muchas veces el coach olvida otros elementos que son básicos y esenciales. Un docente, cuando prepara a sus estudiantes para aprobar un examen, también puede llegar a pasar muchas cosas por alto si solamente toma en cuenta el resultado que desea obtener.

Uno de ellos es la forma en la cual está presente con el consultante o estudiante.  Esa presencia y escucha son el regalo más hermoso que le podemos hacer, en un mundo en el cual la gente está cada vez menos disponible para otros desde su esencia. Antes de estar tan pendientes de qué preguntar o técnica aplicar, es indispensable dejar de pensar que la vida es un problema para resolver y comenzar a conectar con lo que esa persona está trayendo en este momento, además de la necesidad de un cambio. Es la habilidad de estar abiertos y disponibles, presentes, con escucha desde el corazón. Lo nuestro es una disciplina de encuentro entre seres humanos, no una serie de recetas o protocolos para aplicar.

Muchas veces, abrir el espacio para que la persona pueda sentirse sostenida, comprendida y escuchada, es suficiente. Tal vez se pregunte: ¿Está diciendo que como coach no debería intervenir?

No, no estoy diciendo esto. Estoy invitando a coaches y futuros coaches, educadores, terapeutas y también a mí misma cada día, a crear un entorno amplio y seguro, sin intentar “arreglar” a nadie. Las personas acuden a nosotros, en el momento en el cual lo hacen, porque no pudieron solas, intentaron ya unas cuantas otras cosas, o se sienten solas e incomprendidas. Durante el espacio- tiempo que compartimos creamos un lugar de encuentro físico (aunque no necesariamente presencial), somático, cognitivo, emocional y espiritual.

Ese espacio es una burbuja imaginaria que nos contiene, donde la persona es bienvenida desde todo nuestro Ser. Es el vínculo de confianza, la conexión que creamos, lo que hace que la persona pueda ir desplegándose.

Estamos allí para apoyarlos, y poner todo nuestro conocimiento y experiencia a su disposición, para que se lleve lo que vino a buscar, o algo de naturaleza superior. A veces, en un primer momento es una buena escucha, sentirse comprendidos, claridad y paz interior. Detectar en qué tipo de trance llegan, lo que en coaching ontológico diríamos: la historia que se cuentan. En PNL vamos un poco más allá de la narrativa, porque operamos también sobre las representaciones internas, la mente no consciente y lo somático. Decimos que las personas llegan en el trance de algún problema.

Byron Katie dice que solo es posible estar sentada, acostada o parada. El resto, es parte la historia que nos contamos, o del trance en el cual vivimos. Desde la PNL operamos en niveles profundos, siempre y cuando ambos, facilitador y consultante, estén en un estado óptimo. Stephen Gilligan lo llama estado COACH. A mí me gusta llamarlo estado inspirado. Un espacio físico y emocional que contiene, apoya y da seguridad. Una postura corporal cómoda y centrada. La conexión entre nosotros y algo superior a nosotros. La disponibilidad hacia el consultante, cuya confianza en nosotros es clave para el proceso de transformación.

En este estado, estamos invitando a todos los recursos: los internos, los externos, los trascendentales a hacerse presentes y accesibles. La transformación solo puede emerger bajo ciertas condiciones de cuidado, amorosidad y apoyo.

Nos enfocamos en la persona, en lo que le está sucediendo, y tenemos presente y olvidamos el objetivo al mismo tiempo. Tal vez podamos invitarlo a llevarse mucho más de lo que inicialmente creía que podía conseguir. Acompasamos, lideramos, dejamos que el consultante pueda comenzar a fluir. Y ahí puede producirse lo que la coach María Celia Kochur llama “mutua alquimia”. Nada es igual después del acompañamiento a una persona, porque lo que esa persona descubre, nos toca y nos amplía el mapa. Confiamos en la naturaleza capaz y creativa del otro, sabiendo que podemos estar llegando a lugares profundos, y mucho más amplios que lo que nuestros egos, mentes conscientes o narrativas pueden concebir.

Para inspirar, sostener, acompañar y estar presentes, es necesario estar centrados nosotros mismos, creer en el otro, reconocer la importancia de nuestra participación como canal de eso que está por surgir. Teniendo paciencia, respetando ritmos y tiempos, sin empujar salvo cuando sea absolutamente necesario y acompase el estilo del consultante, para que pueda salir de algún lugar donde está estancado y es necesario que comience a moverse y fluir.

Como coaches, terapeutas, educadores: ¿cómo podemos convertirnos en ese espacio seguro, ese territorio de confianza y apoyo para los consultantes/estudiantes?

¿Cómo nos sentimos cuando conseguimos eso? ¿Qué nos decimos, que vemos, que nos cuenta nuestro cuerpo a través de las sensaciones?

Para acompañar a otros, es necesario estar muy bien preparados. Seguir explorándonos. Estar atentos a dónde nos toca lo que trae el consultante.

Cuando logramos ese espacio interrelacional de presencia y confianza, ya estamos listos para que la magia ocurra. El “resultado”, en el sentido tradicional del concepto, aunque importante, pasa a segundo plano cuando la persona pudo percibirse de forma más completa, accedió a su versión Sabia, y encontró en nosotros un Ser Humano con mayúsculas.

Laura Szmuch

Máster Trainer y Coach en PNL. Magíster en Psicología cognitiva y aprendizaje. Docente y coordinadora de Modelados Neurolingüísticos, Coaching de la Inspiración y Trainer en PNL.

 

 

 

¿Cuál te gusta más: el lenguaje del gladiador o el de la partera?

Pregunta extraña, difícil de responder si no sabes a qué me estoy refiriendo. Cuando hablamos o escribimos, utilizamos palabras que a veces tienen significados concretos y otras veces tienen referencias metafóricas.  Todo lo que decimos simbólicamente pertenece a diferentes campos semánticos. Por ejemplo, si decimos “no lo puedo tragar”, “eso me dio una patada al hígado”, estamos operando en el campo semántico de la digestión. Si decimos “me dejó un mal gusto en la boca”,  pareciera que las ideas son comida. “Plantó la semilla de la curiosidad”, estamos en el mundo de los cultivos o la jardinería.

Dicen que los peces no saben que están nadando en agua.

Nosotros tampoco nos damos cuenta de los mundos en los cuales vivimos, a través de la forma que les damos a través de nuestro lenguaje. Un lenguaje transmitido culturalmente, aprendido desde las primeras palabras que escuchamos y pronunciamos,  hace que lo utilicemos en forma automática sin cuestionar eso que estamos diciendo.

Vivimos en un mundo en el cual suena natural la metáfora de la lucha, de la pelea y de la guerra. Veamos como ejemplo una frase escuchada y dicha con frecuencia: «Tengamos el coraje de luchar por nuestros sueños». A simple vista parece una oración motivadora. Sin embargo, la palabra «luchar» denota muchas cosas: que hay un oponente, un conflicto, una limitación. Cuando vamos a la lucha, no respiramos. Se tensiona nuestro cuerpo, se angosta el pecho.  El cuerpo se contrae y contractura. Este es el que llamo el “lenguaje del gladiador”. Quienes habitan este campo semántico están a la “caza” de nuevos estímulos, “conquistan” mercados, “atacan” sus miedos, “destruyen” creencias limitantes, “vencen” a la enfermedad”, “capturan” momentos, buscan destacarse, vencer. Utilizan palabras tales como: destruir, arruinar, aniquilar, desbaratar, destrozar, devastar, asolar, derribar, extinguir, hacer polvo, llevarse por delante. Muchas veces en el marketing, coaching, ventas, se vive este modelo de guerra y lucha. El gladiador también es acumulador, y en ese paradigma se valora el incremento, la superproducción, el consumo intenso, la verticalidad, las jerarquías, el rendimiento. Se invita a ir más rápido, a ser mejor, a destacarse, y se incentivan las relaciones de poder. Recuerdo a una persona que decía que se “facturaba” amantes. Las coleccionaba y colgaba sus cabezas en su psiquis como si fueran su trofeo de caza.

Qué interesante sería deconstruir ese tipo de lenguaje. Las palabras que utilizamos están relacionadas con las representaciones de nuestra mente. Es decir, el modo en el cual expresamos lo que expresamos, siempre tiene consecuencias. Cuando digo deconstruir me refiero a cuestionar, a observarnos desde afuera, a escuchar lo que decimos y a sentir lo que esas palabras provocan en nuestro cuerpo. Tal vez, como los peces, estemos tan acostumbrados a ese hábitat lingüístico que no notemos que estamos sumergidos en él. Salgamos de allí por un período corto de tiempo, y atestigüemos lo que causan nuestras palabras.

Por otra parte, quiero contarte que hay otros campos semánticos posibles, con metáforas del ámbito de la creación y de la vida. Podemos “dar a luz” una nueva realidad, vivir nuestros sueños, “parir” otros mundos. Es posible transformar, desplegar, latir, pulsar, alumbrar, pujar, y tanto más. A este me gusta llamarlo “el lenguaje de la partera” o de la doula. Te invito a que sientas en tu cuerpo qué te producen estas palabras.

Me inspira más el lenguaje de la partera, que el lenguaje del gladiador. Si bien ambos conviven en este mundo, quienes queremos co-crear una nueva realidad, podemos elegir qué palabras utilizamos para movernos hacia nuevos paradigmas latentes.

Laura Szmuch

Master Trainer/Coach

Modelando los caminos de la ternura

Dicen que los peces no saben que están nadando en agua.

Nosotros tampoco nos damos cuenta de los mundos en los cuales vivimos. Nos detenemos muy poco a evaluar cómo son esas realidades que vamos creando día a día a través de nuestros lenguajes. Lenguajes de palabras y también lenguajes corporales, que han sido transmitidos culturalmente, aprendidos desde las primeras palabras que escuchamos y reprodujimos. Y también desde los gestos, movimientos, y formas de usar y tratar nuestros cuerpos, y los de los demás.

Son esas pequeñas grandes violencias cotidianas.

Quien se sube al auto y se transforma en monstruo al tomar el volante.

No ceder el paso al peatón.

Estacionar en rampas y complicarle la vida a quien está en silla de ruedas.

Burlarse del diferente.

Justificar agresiones con frases del tipo:  «Se lo buscó».

Atacar a quien piensa diferente.

Tratar mal a un cliente.  Tratar mal a quien te atiende en un negocio.

Destratar.

Darle a la bocina cuando alguien que camina lento está cruzando.

Darle a la bocina porque el auto de adelante no arrancó apenas abrió el semáforo.

Acusar sin saber.

No cumplir con lo que prometimos.

Para modificarlas, es necesario reconocerlas primero. Tarea ardua, de tan naturalizadas que están.

Y al verlas, empezar a nutrir las pequeñas amabilidades cotidianas, aprendiéndolas, llevándolas a la práctica. Nuestra disciplina puede ayudarnos a aprender eso que todavía no sabemos hacer, porque estamos acostumbrados a otra cosa.

 

Se ha naturalizado la metáfora de la lucha, la pelea y la guerra. Veamos un ejemplo, una frase que suena con frecuencia: «Tengamos el coraje de luchar por nuestros sueños». A simple vista parece una oración motivadora. Sin embargo, la palabra «luchar» denota muchas cosas: que hay un oponente, un conflicto, una limitación.

En un recorrido por las redes sociales, por los programas de radio y televisión, los diarios, y la calle misma, es muy fácil constatar que hay un paradigma preponderante de pelea, dominación, crítica, violencia, maltrato, intolerancia. Nos horrorizamos cada día cuando nos relatan acerca de algún hecho que aconteció muy cerca de nuestros hogares, como reacción a una mala mirada, una provocación verbal, o un arrebato emocional que demuestra un alarmante analfabetismo afectivo y empático. Si analizamos el lenguaje, veremos que en muchas expresiones cotidianas hay una ideología guerrera. El mundo del coaching y de la PNL no está exento de esto. En libros y en videos encontramos expresiones como destruir viejas pautas, ROMPER Creencias, aplastar obstáculos, dominar el mercado, y a veces,  despedazar a la competencia. También lo vemos en los cuerpos tensos y en postura lista para el ataque, en los puños cerrados, en el dedito mayor levantado…

El paradigma de la lucha es un modelo de escasez. Es un modelo de mera supervivencia, de egoísmo, de peligro, de ver enemigos por todas partes. Es un modelo de endurecimiento, de soledad, de grietas, de bandos, de respiración superficial, de contracturas y de pecho angostado. Es un mundo de éxitos y fracasos, de ganadores y perdedores, de provocaciones temerarias, de guerras y peleas sin sentido. Un mundo de acumuladores y de carenciados, un mundo de aplastamientos. De superficialidades y manipulaciones afectivas, psicológicas y sociales. Un mundo de excluidos, y de dominadores y dominados.

El paradigma de la lucha va de la mano de la paranoia, de las teorías conspirativas, de la división del mundo entre amigos y enemigos.

Es por eso que quiero proponer un modelado de la ternura. Dejar de lado la aspereza del lenguaje que genera escudos,  suavizar las durezas, convocar a modos de vivir y relacionarnos desde la vivencia de la ternura.

¿Qué es la ternura? Propongo que no la definamos conceptualmente. La ternura es una experiencia, un modo de conectarnos, de acercarnos, de entibiar frialdades.

Si googleamos ternura nos encontraremos con imágenes de ositos, gatitos y bebés. Eso es solo una de las posibles expresiones de la ternura. Ternura es un modo de mirarnos a los ojos, un modo de ver lo mejor en el otro, una invitación a la benevolencia. Es muy parecido al concepto de amorosidad que nos dejó Humberto Maturana.

«Nosotros, los seres humanos, somos seres biológicamente amorosos como un rasgo de nuestra historia evolutiva, de manera que sin amor no podríamos sobrevivir. El bebé nace en la confianza implícita de que con él o con ella habrá nacido una mamá, un papá y un entorno que lo van a acoger, porque si no lo acogen se muere. Por ello, la biología del amor es central para la conservación de nuestra existencia e identidad humana.»

 

La ternura es la invitación a estar juntos sin ser rivales, a devenir en productores de oxitocina. La ternura, como dice Mario Alonso Puig,  es buena para quien la da, para quien la recibe, y también para quien la observa.

Es necesario señalar que la ternura no es naif. No es una cualidad que conlleve un estado de infantilización o de fragilidad. Solo quien es fuerte puede ser tierno en sus interacciones.

Volvamos a Maturana: «Decimos a veces que los niños son el futuro de la humanidad. Nosotros pensamos que no es así, que el futuro de la humanidad somos las personas adultas. Es con las personas adultas con quienes conviven que los niños, las niñas, los jóvenes se van transformando en la convivencia. Esta es nuestra gran responsabilidad. Las personas adultas, ahora, con lo que hacemos, con lo que escogemos, con lo que pensamos, somos el futuro de la humanidad.»

El pedagogo y escritor Carlos Skliar nos invita a enamorarnos de un lenguaje que invite a pensar otros modos de hacer el mundo.

Para no solo pensar sino también construir otros mundos, es necesario recuperar la afectuosidad, la sensibilidad, otro modo de acercarse a los demás.

Solo a través de la ternura nos sentimos reconocidos por alguien. Es a partir de ella que emerge un verdadero encuentro. Si no hay ternura domina el divide y triunfarás. Si no hay ternura, es probable que florezca la cultura del grito, como la llama el maestro y sacerdote salesiano Alejandro Cussianovich.

 

En lugar de luchar por nuestros sueños, propongo buscar otras metáforas, del ámbito de la vida. Por ejemplo: «Tengamos el coraje de crear una nueva realidad. El coraje de vivir nuestros sueños. El coraje de parir nuevos mundos”. Me inspira más el lenguaje de la partera, que el lenguaje del gladiador.

Ambos conviven en este mundo. Sin embargo, quienes queremos co-crear un nuevo mundo, podemos elegir qué palabras utilizamos para movernos hacia un nuevo paradigma.

Te propongo un ejercicio, para re-descubrir o aprender los lenguajes de la sensibilidad. Empezá a observarte, o a observar a otros,  y reconocé gestos de ternura. ¿Cómo son? ¿Qué palabras usa la ternura? ¿Qué tonos y modos de hablar? ¿Cómo es la postura corporal de la ternura? ¿Cómo respira la ternura? ¿Cómo se mueve? ¿Qué expresiones corporales tiene? ¿Cómo toca la ternura? Tal vez recuerdes una comida preparada con ternura, su sabor y aroma. Quizás haya palabras de tu infancia: en italiano, quechua, guaraní, portugués, alemán, aymará, Idish, mapuche, ruso,  cualquiera que haya sido el idioma de tus padres o abuelos. Esas palabras que te remontan a un momento suave y seguro.

Y si no las encontrás, y es muy probable que no las encuentres,  ¿dónde podés buscarlas hoy? ¿Cómo podés ser partícipe activo del nacimiento de una cultura de la ternura, que funcione como antídoto de tanta máscara y escudo detrás del cual nos escondemos para proteger nuestra más maravillosa vulnerabilidad y estar generando apertura a un modo de vivir desde la fraternidad?

¿De qué forma podemos cambiar de piel, acariciar con las palabras, cultivar una mirada compasiva, generar verdaderos encuentros, explorar nuevas dimensiones en las relaciones?

Voy a despedirme con este poema que  Cortazar regaló 31/12/1951

 

«Mira, no pido mucho,

solamente tu mano, tenerla

como un sapito que duerme así contento.

Necesito esa puerta que me dabas

para entrar a tu mundo, ese trocito

de azúcar verde, de redondo alegre.

¿No me prestás tu mano en esta noche

de fin de año de lechuzas roncas?

No puedes, por razones técnicas.

Entonces la tramo en el aire, urdiendo cada dedo,

el durazno sedoso de la palma

y el dorso, ese país de azules árboles.

Así la tomo y la sostengo,

como si de ello dependiera

muchísimo del mundo,

la sucesión de las cuatro estaciones,

el canto de los gallos, el amor de los hombres».

Julio Cortázar

 

 

¿Para qué hacemos lo que hacemos?

Un tema muy complejo para analizar y estudiar es el de la motivación. ¿Qué hace que tengamos ganas de hacer algo y lo hagamos? Por otro lado, ¿qué cosas contribuyen a que no nos dé ganas de hacer determinada cosa?

Este tema se ha estudiado desde la biología, la psiconeurología, la psicología cognitiva, y varias otras disciplinas. Lo más básico que podemos decir acerca de la motivación es que está la que surge desde dentro de cada uno de nosotros, y también la que puede venir incentivada desde afuera.

¿Cómo es eso?

Un gran factor de motivación es el hedonismo, es decir, hacer las cosas que nos dan placer. Las personas siempre nos acercamos a algo, y nos alejamos de otras cosas. Ir hacia el placer y evitar el dolor es uno de los factores que nos asisten a comprender las voluntades de algunas personas. El marketing y la publicidad utilizan este principio con mucha eficacia. Te nombran lo que te duele, y te ofrecen cómo alejarte de eso. Te prometen que el viaje, el producto, la bebida, la medicación con venta sin receta, te van a traer alivio, o felicidad. Los investigadores de la emoción enfatizan la alegría y el interés como emociones que se basan en el acercamiento, y el miedo y desagrado como aquellos que nos mueven a la evitación. Las fuerzas hedonistas hacen que siempre estemos acercándonos a algo o alejándonos de eso.

Las experiencias guardadas en nuestras memorias tanto cognitivas como somáticas contribuyen mucho a esto. Hay cosas que se nos quedaron grabadas como buenas y seguras, y otras están asociadas a algo que percibimos como doloroso. Entonces va a haber muchas cosas que desearemos porque están asociadas a un recuerdo bonito, y otras nos fastidiarán y evadiremos porque el solo pensar en ellas nos pone de mal humor. Y también va a haber objetos o experiencias que desearemos adquirir porque una recompensa externa tal vez aplaque la falta de motivación interna.  Por ejemplo, puedo estudiar algo porque me gusta y me da placer, o puedo hacerlo por lucimiento, por quedar bien con otros, para mi imagen pública. Puedo sacarme una foto en un paisaje bellísimo durante mis vacaciones para recordarlo más adelante y recordar y autoinducirme el placer que estaba sintiendo en ese momento, o puedo hacerlo para publicarla en Instagram y que los demás vean qué bien lo estoy pasando.

Las relaciones con otras personas en ámbitos educativos, laborales y familiares también son factores importantes para tomar en cuenta. A veces nos quedamos en un empleo solo por el clima laboral y los compañeros, aunque la paga no sea buena. O nos dedicamos a ciertas actividades que asociamos con nuestro propósito de vida. La sensación de pertenencia, la vivencia del buen trato, y experiencias que posibiliten el crecimiento personal y el bienestar son grandes motivadores. Por el contrario, el maltrato, el sentirse solo, la falta de propósito hacen que no pongamos lo mejor de nosotros mismos en eso que estamos haciendo: una labor, una relación, una compra, una obra de altruismo.

Hay contextos familiares, escolares, laborales y sociales que favorecen, apoyan y alimentan las necesidades emocionales básicas, lo cual nutre nuestra motivación intrínseca, y hay otros ambientes que inducen a la apatía, el pesimismo, la ansiedad, la duda y el desamparo. La falta de comunicación, la demora, la falta de reconocimiento, hacen que cualquier impulso para hacer algo se duerma antes de ponerse en funcionamiento.

Estudié e investigué en profundidad este tema para mi tesis de Maestría en Psicología Cognitiva. Esto que acabo de contarte es solo la puntita del iceberg.

La motivación y la emoción son dos caras de la misma moneda. Es por eso que es tan necesario el buen trato, el agradecimiento, apreciación y reconocimiento entre las personas de un grupo o equipo de trabajo. El clima laboral, es decir, el escenario emocional y psicológico en el cual mucha gente ejerce su labor diariamente crea acercamientos o alejamientos. Es decir, motivación para ir y poner lo mejor de sí mismos, o, todo lo contrario.

Los grupos de crecimiento y apoyo son esenciales para que las personas se sientan sostenidas y motivadas para lograr vivir la vida que desean, y también para descubrir qué es lo que desean.

En las empresas, negocios e instituciones, es necesario invertir en eso que muchos llaman “disciplinas blandas”: cómo mejorar la comunicación, la resolución de conflictos, la motivación, la creatividad, un estado psicológico, físico y emocional saludable. En la vida personal, es importante dedicarnos a escucharnos, a escuchar a los demás, a generar entornos de vida resonantes. Nuestros hogares y espacios laborales influyen notablemente en nuestro propósito, ganas de levantarnos a la mañana, vivir plenamente. Los grupos de pertenencia son grandes aliados también.

Todo aquello a lo que nos dedicamos, honramos y practicamos, crece y se consolida.

¿En qué estamos usando la mayor parte del tiempo y energía hoy? ¿Qué nos decimos todo el tiempo? ¿Qué cosas nos da ganas hacer y para qué, y qué cosas evitamos y todavía no sabemos por qué?

Los dejo con estas preguntas, que invitan a pensarnos y nos alientan a hacer pequeñas modificaciones para aumentar el bienestar propio y el de nuestros entornos.

Mag. Laura Szmuch

Master Trainer en PNL

Modelados neurolingüísticos

 

El camino del buentrato

por Laura Szmuch

¿Sabías que lo que decimos  y pensamos se nos representa internamente en alguna forma? A veces a través de imágenes, otras a través de sensaciones, o combinaciones de ambas. Hay pensamientos en colores, en blanco y negro y también nítidos o borrosos.  Algunos no se perciben en lo que solemos llamar “cabeza”, sino que aparecen en el cuerpo a través de alguna tensión, dolor, cosquilleo, sensación de frío o calor. Otras veces los pensamientos aparecen como si estuvieran encarnados en alguna imagen ubicada fuera de nosotros, ubicados en el espacio que nos rodea.

Cuando digo “maltrato”, ¿cómo se te representa?

¿Viene en forma de recuerdo de algo que viviste? Si es así, ¿dónde está ubicado ese recuerdo? ¿Dentro de vos o afuera? ¿Hacia la derecha, la izquierda, adelante, atrás?

¿Se contrae o tensa alguna parte de tu cuerpo: mandíbula, pecho, estómago, manos?

¿Hay algo que oigas: un grito, una amenaza, un silencio?

Puede que el maltrato que se nos “aparezca” sea de otros hacia nosotros, de nosotros hacia nosotros, o de nosotros hacia otros. “Maltrato” es una palabra cargada de emocionalidad y corporalidad. Tanto el maltrato como la idea del mismo, baja  nuestro tono muscular, lo que la eutonista Susana Kesselman llama daño tónico.  La postura corporal de indefensión,  de no poder movernos ni responder, es un modo posible de vivirlo. También podemos tensarnos, contraernos y ponernos a la defensiva, o reaccionar con la devolución del maltrato, tanto físico como verbal.

El maltrato es una conducta aprendida en el ámbito de lo familiar y lo social. Son modos de relacionarnos con nosotros y con otros seres. No digo personas porque al decir “seres” incluyo plantas, animales, insectos, nuestra Madre Tierra.

Estoy refiriéndome a los maltratos sutiles aunque no inofensivos. A esos que pasan desapercibidos de tan naturalizados que están. No estoy hablando acá de maltrato físico, negligencia o abandono extremos, abuso sexual o explotación, o maltrato institucionalizado, sino a conductas que están invisibilizadas y afectan el bienestar y la dignidad de las personas.

Si en nuestras casas, nuestras escuelas, clubes, medios de comunicación, calle, aprendimos a responder de alguno de los modos posibles al maltrato,  e incluso aprendimos a practicarlo, tal vez también podamos aprender el buentrato a nivel personal, relacional y social.

Curioso dato, al escribir la palabra buentrato la computadora me lo marca como error. Claro, la palabra así escrita no existe. Sin embargo,  maltrato todo junto, sí. Una palabra con toda su identidad. En la lengua española, buen trato debe escribirse separado, en dos palabras. “Buen” es adjetivo y  modificador de la palabra trato. Pero BUENTRATO, como deseo usarlo, conlleva un error gramatical y semántico.  Tal vez cuando desarrollemos una buena y clara representación interna del término como cultura, la palabra buentrato comience a existir en sí misma. Te propongo que le demos vida, juntos. ¿Lo hacemos?

El primer paso

El primer paso para aprender el buen trato es empezar a notar. ¿Así de simple?  Sí, es muy simple, aunque veremos cómo te resulta.  Cuando comenzamos a notarnos a nosotros mismos, por ejemplo, comenzamos a darnos cuenta de que no somos solamente la cara que vemos en el espejo cada mañana cuando nos levantamos, ni la selfie, ni las manos que se mueven delante de nosotros. Tenemos un cuerpo, y ese cuerpo no tiene solo un adelante. También hay costados, arriba y abajo y atrás.  Nota cómo con solo leer esto tu percepción de vos mismo se modifica.

Nuestro cuerpo físico ocupa espacio

Cuando nos damos cuenta del espacio físico que ocupamos, también podemos comenzar a notar que las otras personas también ocupan espacios físicos.  Un dato: no solo es el espacio que ocupa nuestro cuerpo tangible, también hay un espacio energético alrededor del mismo, y muchas personas son muy sensibles a lo que se les acerca o entra en ese espacio alrededor de ellos.  Qué interesante saber todo esto, cuando por ejemplo estamos en lugares compartidos e ingresamos sin autorización a los espacios de otros, o ellos a los nuestros.

Recuerdo cuando tomaba clases de gimnasia en el club. Estábamos en un gimnasio enorme. A medida que íbamos llegando, antes de comenzar la clase, tomábamos una colchoneta y nos íbamos ubicando, dejando espacio vacío entre ellas para tener libertad de movimiento.  Había algunas personas que llegaban cuando una parte del gimnasio ya estaba preparada, y aunque el resto del lugar estaba vacío, tomaban sus colchonetas y las ubicaban en los espacios que habían quedado entre otras colchonetas. Una mujer que solía llegar tarde tenía la costumbre de  ubicar  la suya con una parte encima de la mía.  Entonces yo me corría, la mujer que estaba al lado debía reubicarse también, y  terminábamos encimadas. No eran tiempos de la distancia física por pandemia, claro. Sin embargo, yo me preguntaba si las personas no se daban cuenta de lo que hacían y de los espacios que ocupaban sus cuerpos físicos. Noté que una de ellas  se metía entre las colchonetas de las demás porque le divertía fastidiar a sus compañeras. Otra, lo supe después, tenía interés sexual y era el modo que encontraba de acercarse, sin darse cuenta de que su conducta molestaba mucho.  Sin embargo, en la mayoría de los casos, esto ocurría debido a la clara falta de noción de espacios, de volúmenes corporales, de percepción de uno mismo y  también del otro.  Algunas de esas mujeres no tenían conciencia corporal ni espacial. No notaban el  lugar físico que ocupaban sus cuerpos.

Algunas personas se mueven en los espacios como si fueran los únicos que están allí, cosa que vemos claramente también cuando están al volante. No se les ocurre que para pasar por el lugar donde está el otro, es necesario pedir que el otro se mueva, o aceptar que en ese lugar ya hay otra persona.

El permiso, por favor y gracias no son solamente palabras de relleno en convención social, sino un reconocimiento de la presencia del otro.

¿Cómo se te representa internamente la noción de un “otro”?

Una vez alguien me dijo que lo más importante que había aprendido en su formación en PNL fue darse cuenta que, efectivamente, había otras personas y él no era el centro de todo.  No se refería únicamente a un entendimiento cognitivo, sino a notarlo y saberlo desde los huesos.

Qué importante que esto suceda, y que aprendamos a honrar la existencia de los otros. Tanto los cercanos como los lejanos, los que se parecen a nosotros y los que son muy diferentes. Y no me refiero solamente a la apariencia física, sino a modos de ser, pensar y sentir también.

Reconocer la existencia de otro  es el arte de la coexistencia y surge, precisamente, a partir de nuestras construcciones psicológicas y sociales.

El maltrato de la indiferencia

La indiferencia es un modo del maltrato en el cual no miramos, no escuchamos, no reconocemos la presencia del otro. El otro, para nosotros, no existe. Pasamos al lado de quien está durmiendo en la calle y no lo vemos.  Cruza delante de nosotros una persona llorando, y no nos damos cuenta. Estacionamos en una rampa para discapacitados, y ni pensamos en las complicaciones que ese descuido le causa a quien tiene movilidad reducida.

Cuando mi hija estaba haciendo el ciclo básico en la universidad, tenía un compañero ciego. La cursada de esa materia duró varios meses. El día del examen, el alumno le preguntó a la docente cómo iba a evaluarlo, y ella lo miró asombrada y le recriminó que no le había avisado que no veía y no podía hacer el mismo examen escrito de sus compañeros.  Esa profesora, que había dado clases durante un tiempo a ese grupo, jamás los había mirado. No había registrado que uno de sus alumnos tomaba nota en braille, por ejemplo. Y eso es muy fácil de notar si uno está atento, ya que produce un sonido que es muy diferente a cualquier otro.  Es un inconfundible sonido repetitivo del punzón contra el papel y la regleta a velocidades altísimas. ¿Dónde estaba la atención de la educadora, que no percibió tampoco, a un joven con bastón blanco?  No fue una clase, sino  la cursada de varios meses de toda la materia.

Fomentando el buentrato

Notarme a mí misma, volverme consciente de mi espacio físico, energético, psicológico, emocional.

Reconocer la presencia de los demás también.

Sentir que el otro, aunque diferente y otro, está conectado a mí.

Tener la certeza de que somos parte de un todo, de la unidad de la vida.

La PNL nos invita a la atención, la agudeza sensorial, el arte de estar presente y tanto más. Propongo un modelado de modos de relacionarnos que honren la presuposición que a la mayoría de los PNListas todavía nos queda pendiente hacer carne: “El mapa no es el territorio”.

Nos invito a ser activistas del buentrato, viviéndolo, transmitiéndolo, mostrándolo.

  • Saliendo de la cultura del grito, e ingresando en la cultura de la suavidad.
  • Dejando de lado la indiferencia y comenzando a mirar a la gente a los ojos. Es tan hermoso cuando alguien te dice que se sintió visto y escuchado por vos. A veces, por primera vez en la vida.
  • Ampliando la mirada: no solo hacia adelante, sino en todas las direcciones.
  • Volviéndonos conscientes del impacto de lo que decimos en nuestros cuerpos, y siendo cuidadosos con lo que les decimos a los demás. Siempre es bueno comenzar en la propia casa, con la pareja, los hijos, los padres.

¿Qué otras formas de practicar el buentrato vas a comenzar a poner en práctica, además de las que ya usás ahora?

¿De qué modos vas a estar presente para notar lo que está sucediendo: en primera, segunda y tercera posición? Es decir, desde vos, poniéndote en los zapatos del otro, y también mirando desde afuera para notar lo que está sucediendo desde un punto de vista lo más neutral posible.

Pongamos de moda el buentrato, y consigamos que se convierta en palabra con identidad propia.

Publicado en  La Magia continúa, Número 83. Revista de la Red Latinoamericana de PNL.

Cada uno elige cómo subir la montaña

Ushuaia tiene el encanto de lo extremo, de estar ahí y saberte estando en un lugar tan austral, con tanto significado, con el viento dibujando remolinos en el cabello, con los paisajes que aceleran los latidos del corazón, el sol poniéndose tarde, muy tarde ahora en verano, exactamente al mismo tiempo en que la luna aparece redonda, luminosa y bella en el cielo todavía muy claro.
La semana pasada no fue mi primera vez en Ushuaia, pero sí fue la primera vez en la que no fui a dar talleres. Fue paseo familiar, encuentro con amigas y mucho disfrute. Fue estar, ser, y darme cuenta, una vez más, de que a cada momento decidimos vivir o dejar que la vida nos pase por los costados.
Ayer nos quedaban unas horas antes de tomar el vuelo de regreso a casa. Nos tomamos un taxi, y aprovechamos para tomar la aerosilla y caminar por los senderos que llevan al glaciar Marcial. Aunque es una caminata fácil, de a ratos el viento lo hace un poco más desafiante. A mí me gusta sentir el apoyo de cada pie, del corazón latiendo con fuerza, del aire fresco contra la cara, el sol que parece estar más cerca que nunca, y embriagarme con el aroma de las hierbas y flores silvestres que la tierra ofrece generosamente en esta época del año. Me gusta acelerar el paso y parar, detenerme, mirar con atención, volverme más y más consciente de dónde estoy, del momento, del entorno maravilloso, de la vida en cada instante. Paramos, tomamos fotos, y contemplamos, a través de la cámara, y en sintonía con el paisaje.
Y es muy interesante detenerte… Suspender el movimiento, los pensamientos, simplemente estar y ser. Convertirte en uno con la totalidad, transformarte en aire, viento, montaña, hielo, hojas, aromas, tierra, sonido a agua fluyendo, aves, árboles, la existencia misma.
Es interesante detenerte, observarte, y también observar a los demás. Cada vez que subo una montaña pienso y siento que el ascenso es una excelente metáfora que refleja cómo vivimos nuestra vida.
Están quienes se quieren probar superpoderosos y corren cuesta arriba, para demostrar que pueden, tanto a ellos mismos como a los demás. La idea es llegar (¿Llegar? ¿A dónde?) lo más rápido posible. Me sorprendió un hombre que subía velozmente, y sin mirar, extendía cada tanto la mano con su cámara y disparaba fotos al paisaje que no apreciaba con los ojos. Seguramente las vistas serían descubiertas una vez que bajara las imágenes a su computadora, ya que no las había observado en persona. Me asombraron quienes subían hablando de sus trabajos, los que en lugar de estar en el lugar contaban cómo habían sido otras subidas en otras partes del mundo, y los que al vernos quietos deleitándonos en la presencia pura nos preguntaban si estábamos descansando. Suponían que uno se detiene solamente cuando no puede más. Y yo elijo detenerme cuando mis sentidos están plenos, cuando puedo decidir cuál de los caminos tomo, cuando me doy el lujo de mirar de lejos y después estar cerca.
No importa cómo subamos la montaña, cada uno tiene su forma, y hay tantas formas como momentos y personas. Todas son legítimas, y van a ir cambiando dependiendo de la época, de la edad, de las ganas. Lo que sí importa, es darnos cuenta de que podemos elegir. De que no es bueno hacer las cosas en forma mecánica. De que sí es bueno estar presentes, gozar, disfrutar, Vivir con mayúsculas. Es hermoso hacer que cada instante sea especial y único, y es esencial apreciar el regalo maravilloso de la Madre Tierra. Es bellísimo dejar que el corazón se abra, permitirnos ser parte del todo, fundirnos en los paisajes sagrados.
Y como cada uno sube la montaña, tal vez, solo tal vez, sea así como vive su vida. Podemos vivir en eternos apurones, sin mirar, sin estar, confiando en que más adelante podremos ver la foto, o por lo menos subirla a Facebook para que otros vean dónde estuvimos. Podemos creer que detenernos es un signo de flojera, o podemos dejarnos períodos de tiempo para conectarnos. Podemos disfrutar, en silencio, con risas, con danzas y canciones, o podemos estar físicamente mientras nuestra cabeza pasea por otros lugares y tiempos. Podemos ser robots en medio del paraíso, o podemos ser cada vez más humanos.
Cada uno elige, y lo que cada uno elija es válido, si recuerda y es consciente de que está eligiendo.
Además de haber sido bendecidos por una increíble luna llena mientras anochecía en la ciudad, también la vimos salir anoche, bella y radiante, desde el avión.
Gracias, gracias, gracias.
Comparto algunas de las fotos con vos, son imágenes que elevan y que están llenas de belleza y armonía. Que las disfrutes.
Con Amor,
Laura

Tiempos de cuarentena

Por Laura Szmuch

Me contacto nuevamente con vos, en estos tiempos de cuarentena, que son vividos de forma tan diferente por las personas. Más allá de las circunstancias que a cada uno de nosotros nos toca vivir, es muy importante la forma en la cual elegimos estar atravesando esta situación.

La historia que nos contamos acerca de estos días de reclusión, por lo menos acá en Buenos Aires, es determinante de nuestro estado emocional. ¿Cómo es eso? Si nos decimos que estamos encerrados, seguramente vamos a estar sintiéndonos tristes, enojados, frustrados. Si nos decimos que estamos aislados físicamente, tal vez esas emociones se suavicen un poco. Y si nos decimos que nos estamos cuidando y contribuyendo a que esto termine lo antes posible, es probable que podamos apreciar el hecho de estar siendo cuidados.

En estos días hay un sinfín de interpretaciones acerca de lo que está sucediendo, más allá de la situación personal, laboral y económica que estemos atravesando.

Tal vez podamos tomar perspectiva y preguntarnos cómo vamos a recordar este momento dentro de unos meses, y podamos agradecer el hecho de estar sanos y vivos. Hay muchas cosas que se recuperan, la vida no. Tal vez extrañarnos nos invite a valorar más a las personas a quienes amamos. Quizás quedarnos en casa nos habilite un modo diferente de interpretar cómo veníamos viviendo, y nos motive para modificar todo aquello que ya nos estamos dando cuenta de que no queremos más. El invierno y estar en casa, quienes no hacemos las actividades esenciales como por ejemplo trabajos en el ámbito de la salud, nos invita a ir hacia adentro para preguntarnos qué deseamos en nuestra vida de ahora en más. A qué nos queremos dedicar. Qué valoramos. Qué cosas merecen tiempo y energía y cuáles no. Con qué personas deseamos estar y con cuáles ya no. Qué tipo de información queremos recibir y cuál ya no forma parte de quienes estamos eligiendo ser.
Estamos frente a un momento de
gran oportunidad para transformarnos.
Es urgente.
No hay más tiempo para perder.
La vida es hoy.
Así, con desafíos y con momentos bisagra.
Así, bella a veces y otras con grandes incertidumbres.
Me despido, como siempre, con un muy cálido Abrazo de Madre,

 

PNL modelado chamánico

Los lectores de este artículo probablemente ya tienen una idea acerca de qué es la PNL, por eso comienzo contándoles qué es el chamanismo. Es la práctica espiritual más antigua, y hay quienes lo definen como el ancestro de todas las religiones modernas. Como método es una forma de meditación combinada con intención enfocada para el logro de diferentes tipos de objetivos. Como práctica espiritual, es un modo de vida para quienes viven a través del camino de revelación directa. Así lo definen Sandra Ingerman y Hank Wesselman, conocidos practicantes de neo chamanismo. En las culturas chamánicas, el chamán es aquel que sabe, o que sabe ver en la oscuridad.

Una de las presuposiciones básicas de la PNL es la famosa frase de Korzibsky “El mapa no es el territorio”. Es una de las primeras cosas que se enseña en cualquier formación en PNL, sin embargo, es el desafío más grande de los practicantes de esta disciplina, aún aquellos con larga trayectoria y mucho entrenamiento.

La PNL ya lleva varias décadas de desarrollo, y el gran reto que todavía tenemos pendiente es aprender a visitar otros mapas, no solamente los relativamente cómodos o cercanos, sino los que nos proporcionan otras culturas y modos de ser y estar en el mundo muy diferentes al nuestro. Acostumbrados al monocultivo de nuestra mente, al más de lo mismo porque es conocido, seguro y cómodo, en este momento de nuestro desarrollo nos inspira ir más allá y visitar otras dimensiones, para descubrir nuevos modelos con la metodología generativa que nos proporciona la Programación Neurolingüística. Nos motiva la operatoria sobre el misterio, y sabemos que hay muchos espacios que no hemos explorado en nuestra cultura.

Acostumbrados a lo lineal, a la tercera o hasta la cuarta dimensión, nos fascina la idea de ir a una quinta, tan conocida por las culturas ancestrales y chamánicas de diferentes partes de nuestro planeta.

En PNL hablamos de agudeza sensorial, nos entrenamos a estar presentes con todos los sentidos: a ver más, a escuchar con atención plena, a sentir y a desarrollar nuestra propiocepción e intracepción. Notamos en qué parte del cuerpo se aloja una emoción, detectamos las submodalidades de una sensación, y también reconocemos señales en el lenguaje no verbal, gestos y micro expresiones en otras personas.

Nuestra propuesta es ir más allá de eso para desarrollar la agudeza perceptual, que nos permita detectar energías, aperturas de campos relacionales y campos creativos o generativos.

Con tanto énfasis en los últimos años en el interés en todo lo que es “Neuro” y el estudio del cerebro, neurociencias y en el foco en nuestro “hardware” en general, nos fascina enterarnos de que la mente no es local: no se encuentra en el cerebro solamente. Esto lo han sabido los yoguis, los chamanes, y muchos sabios durante miles de años. Nosotros lo estamos comenzando a aprender a partir del estudio de sus conocimientos, algunos encuentros, lecturas y experimentación propia.

La ciencia ya lo explica, la medicina le está prestando atención: hay territorios de la conciencia que todavía no han sido explorados, y nosotros, los PNListas, tenemos muchos recursos para comenzar a hacerlo. Por eso, nuestra propuesta es ir más allá de los mapas que nos restringen, y actualizar nuestro software investigando lo que los primeros PNListas estuvieron haciendo por lo que hemos estado descubriendo en nuestra búsqueda. En la revista Anchor Point, que se publicaba en EEUU hace muchos años, hay varias referencias a modelados de culturas ancestrales: rueda medicinal, animales de poder, entre otros.

En el enfoque que proponemos, en concordancia con lo que nos enseñan los chamanes, nos inspira el hecho de saber que podemos ir un paso más allá de lo que veníamos haciendo: al modificar la percepción de la realidad desde otra dimensión, podemos influir en el mundo material. Sabemos que de este modo muchas personas han conseguido remisión de enfermedades que a nivel de sanación física solamente no ocurrían, y podemos generar paz en comunidades, empresas y familias. Muy en línea con nuestro trabajo como PNListas, los chamanes nos cuentan que la realidad emerge de las expectativas de las personas y las sociedades.

Muchas de las cosas que trabajamos a nivel metafórico, para los chamanes es real: la mayoría de las culturas chamánicas hablan de diferentes mundos, de comunicación con variedad de entidades, por ejemplo: los árboles, las plantas, los animales, y también los duendes y las hadas, entre otros.

Si los modelamos veremos que son personas que pueden, voluntariamente, alterar su conciencia para ingresar en “realidad extraordinaria” para conseguir conocimiento, poder, habilidades que puedan ayudar a sanar a miembros de sus comunidades.

Los chamanes son personas que pueden regular su atención para acceder a información no disponible en el estado de conciencia en el que nos manejamos habitualmente.

Ellos son los “técnicos de lo sagrado”, de acuerdo con la definición de Alberto Villoldo. Pueden entrar y salir de diferentes dimensiones, con el objetivo de contribuir con el crecimiento de la conciencia o la sanación de una persona o su tribu.

En la Sierra Nevada de Santa Marta, los mamos arhuacos invitan a las personas a una creación holográfica de, por ejemplo, una escuela, antes de ser construida.

No es solo la visualización, sino la creación a nivel energético antes de que se realice la construcción en esta dimensión. Es decir, es como si trajeran de otra dimensión eso que fue pensado, diseñado y creado allí primero.

Lakoff y Johnson, los investigadores de la psicología de la metáfora, analizan el concepto arriba-abajo en nuestra cultura. Para nosotros, todo lo que está arriba es bueno, lo que está abajo no.

Arriba/abajo

Hablamos de pensamientos elevados, y decimos que hay que levantar el ánimo.

Caemos en una depresión, nos sentimos bajoneados.

Aún la posición de nuestro cuerpo es erguida cuando nos sentimos bien, y cabizbaja cuando estamos cansados o tristes.

Lo consciente es arriba, lo inconsciente es abajo, la salud y la vida son arriba, y la muerte es abajo (los ejemplos que proporciona son en inglés, y algunos no es posible traducirlos al español sin perder la esencia del carácter metafórico al que ellos refieren).

Cayó dormido. Está bajo hipnosis. Se hundió en un coma. Su salud está declinando.

Más es arriba, menos es abajo

Las ventas subieron.

Los precios cayeron.

Para nosotros, occidentales, la espiritualidad consiste en ir hacia el cielo, los espacios celestiales, y Dios que está arriba. Sin embargo, para culturas como por ejemplo los Laika, en Perú, la realidad se presenta en tres planos: el mundo superior, el mundo medio y el bajo mundo. Ese bajo mundo, no tiene nada que ver con el submundo de los griegos y romanos, sino con un espacio femenino, rico, húmedo, de gran nutrición y potencial. La cultura judeo-cristiana ve el mundo inferior como el espacio donde se entierra a los muertos, se asocia la tierra profunda con el infierno, el fuego y azufre. Creemos que es un lugar de sufrimiento y tormento. No vemos la tierra como el origen de la vida. No somos hijos de la Tierra, sino hijos de humanos. Cuando los misioneros llegaron a América, les dijeron a los indígenas que el cielo está arriba y el infierno abajo. Esto era absolutamente incomprensible para ellos, porque la Tierra es un espacio de renovación, el vientre de la gran Madre, el espacio donde nuestra mente subconsciente alberga partes de nuestras almas.

Para ingresar a cualquiera de estos mundos, hay ciertos protocolos para seguir: siempre pedimos autorización para atravesar el portal. Para entrar en el Mundo inferior, bajamos por un túnel hacia el centro de la tierra y nos conectamos con cuevas, mares, selvas, bosques, desiertos. Los seres que allí habitan son los espíritus animales, los de árboles, plantas y rocas. Ese mundo es todo aquello a lo que llamamos naturaleza.

El mundo superior es más etéreo. La luz es brillosa, los colores son claros. A veces son descriptos como ciudades de cristal, las nubes, dioses y diosas, ancestros, maestros ascendidos, fuerzas angélicas, maestros y guías.

El mundo del medio es la realidad escondida, o el aspecto de ensoñación en el mundo y vida diaria. Es decir, este mundo tiene un aspecto ordinario y otro extraordinario. Aquí habita el concepto de tiempo, y los y las chamanas pueden viajar al pasado o al futuro, realizar sanaciones, ayudar a quienes han fallecido a atravesar los portales hacia donde deben dirigirse después de la muerte.

Es el nivel donde el chamán se puede comunicar con el espíritu de las rocas, los árboles, las plantas, el viento, agua, fuego, tierra, porque todo en nuestro mundo físico tiene un aspecto doble en el mundo de los sueños. En este mundo también están las hadas, los duendes, los guardianes de los bosques, los trolls, y todos esos seres que aparecen en mitos y cuentos. Son los famosos “invisibles” con quienes convivimos. Como dice el chamán del ártico Sámi de Sápmi, en nuestra cultura desapareció el conocimiento de cómo conectar con las plantas, los animales, el clima.

Creemos que no tenemos nada que ver con temas ambientales o sociales. Su preocupación es que los recursos de la tierra no van a durar mucho más tiempo. Si vamos a hacer algo por nuestro planeta, podemos comenzar a elevar nuestra vibración en forma colectiva y convertirnos en quienes vinimos a ser.

Según él, en la cultura occidental, las personas son un prototipo de las fantásticas criaturas que podrían llegar a ser: esos seres que viven en armonía y en sintonía con su entorno natural. Actualmente, las personas viven en un total grado de desconexión con lo que es profundo y trascendente.

En estos tiempos, él ya no concibe la idea de un chamán en medio de una selva o montaña, aislado de la sociedad. El rol del chamán en esta época, dice al igual que muchos otros, es el de salir y difundir la palabra. Cuando nosotros descubrimos quiénes somos y conectamos con nuestros recursos internos y, como dice Stephen Gilligan, con el océano cuántico de posibilidades, podemos ser útiles a nuestra familia, nuestra sociedad, país y mundo. Una persona completa que pueda ser de asistencia a los demás, conectando con otras personas y yendo profundo en el conocimiento.

Este es un viaje, en el cual estamos explorando esas dimensiones desde nuestra visión PNLística.

En el trabajo de investigación que estamos realizando Daniel Cuperman y yo, indagamos cómo es la conciencia de aquí y la conciencia de allá. Investigamos cómo es el puente entre dos mundos, cómo a partir de la entrada al mundo superior a través de un vórtice, por ejemplo, podemos transmutar y acceder a un estado de renovación para estar abiertos a nuevas oportunidades. Para eso es necesario liberar, soltar, perdonar, renunciar a la necesidad de controlar.

PNL modelado chamánico, tal como lo proponemos, es una tecnología de trascendencia, donde le damos lugar a la ceremonia, al aspecto sagrado de la PNL a la cual no vemos solamente como un conjunto de técnicas mecánicas o caja de herramientas.

En este mundo actual donde hay un continuo estado de estrés, miedo, desconexión, competencia, separación y alienación, y muchas personas no pueden sentir comunión con la red de la vida, nos interesan las prácticas que fomenten la comunicación profunda con los demás y con todos los aspectos de la existencia. Nuestros recursos son la atención, la agudeza perceptiva, la gratitud, la apertura del corazón. Los abuelos custodios de la herencia sagrada Uluru de Australia, comparten con nosotros la filosofía Kanyini: conexión con el todo, y responsabilidad.

Laura Szmuch

Próximamente: PNL modelado CHAMANICO

Una exploración más allá de los recursos internos

Investigadores: Daniel Cuperman y Laura Szmuch / en.contacto.pnl@gmail.com

Ikigai

Muy buenos días:

Te contacto nuevamente para contarte acerca de nuestra próxima actividad, el 28 de septiembre. Algo muy grande está ocurriendo. La energía femenina está tomando cada vez más fuerza. Y no nos referimos solo a las mujeres, sino a esa fuerza intuitiva que nos despierta dones dormidos y que estamos encendiendo entre todos. Estamos siendo llamados a tomar nuevos roles, a ser proactivos en la forma en la cual diseñamos nuestro presente y futuro, y a estar atentos a las posibilidades que se van desplegando. Ya no se trata solo de buenas intenciones, sino de ponernos en marcha. Muchas veces nos prometemos que haremos eso que tanto nos gustaría, sin embargo no nos animamos. Esperamos indefinidamente a que aparezca un chaleco antibalas que nos proteja de los riesgos que sentimos que estaríamos tomando si hiciéramos aquello que nos llama y nos convoca.
La noticia es que ese chaleco nunca va a aparecer.
Es necesario animarnos a salir, a mostrar lo que hacemos, a ofrecer nuestros productos o servicios.

El sábado 28 estaremos tratando varios temas que tienen que ver con las conversaciones internas de quienes no se animan, todavía.

Tu proyecto personal

Muchos de nosotros tenemos ganas hacer algo que venimos posponiendo. Esas ganas pueden tener que ver con un proyecto personal o laboral, o con nuestro desarrollo espiritual. O tal vez con los tres juntos. ¿Cómo sería si pudiéramos vivir de eso que amamos? ¿Cómo pasaríamos la vida expresándonos a través de nuestra labor? Hay personas que viven de un negocio o un empleo, y al mismo tiempo tienen otros espacios de tiempo, que nada tienen que ver con lo laboral, en los cuales hacen lo que verdaderamente les gusta: eso con lo cual vibran. ¿Y si diseñáramos nuestra vida de tal manera que no haya división tal? ¿Cómo sería nuestra vida si viviéramos desde nuestro IKIGAI? Ikigai, en japonés, significa “razón de vida”. Si bien no todo el mundo dedica tiempo a encontrar su propio Ikigai, esta búsqueda es de mucha importancia. Le da sentido a lo que hacemos y canaliza nuestras energías laborales hacia lo que realmente sabemos bien desde adentro que vinimos a hacer a este mundo. Cuando pasamos largas horas haciendo lo que ya no nos da alegría y nuestras almas piden otra cosa, y el cuerpo empieza a dar señales de que ya no nos conviene ir por ahí, la vida nos está pidiendo un poco de atención. Tal vez nos dé miedo intentar algo diferente y se sienta más cómodo o seguro seguir como estamos. Es probable que nos sintamos solos y que no nos demos cuenta de que podemos apoyarnos en otros y también hacer cosas juntos. La independencia económica es anhelada y temida al mismo tiempo, sin embargo, da libertades que las dependencias desconocen. Poder manejar los tiempos y dinero, y al mismo tiempo ser conscientes de que nuestro proyecto requiere dedicación, cuidado y mucha atención para que funcione es el gran desafío. Para que nuestro proyecto comience hay que animarse a decir “Acá estoy” y esto vengo a ofrecer, de esto quiero vivir, y este es el espacio que deseo crear. Para vivir de nuestro propio proyecto necesitamos aprender a hacerlo. Muchas veces, al observar a quienes ya lo están haciendo, creemos que con solo publicar lo que hacemos en una red social y generar contactos es suficiente. Es un primer paso, pero no alcanza. Detrás del éxito que vemos en muchas personas hay horas de estudio, preparación y trabajo para que eso funcione.

Te cuento lo que no funciona:

1. Querer ser como otro. La inspiración que nos produce ver a otro puede ser el motor de arranque. Sin embargo, es necesario que seas como vos misma, y no una copia de alguien que te gusta.
2. Olvidar que todo se construye dando pasos pequeños y firmes.
3. No pedir ayuda.
4. Ver el éxito de los demás y no tomar en cuenta todo lo que hizo para llegar allí.
5. No animarse a salir y mostrarse.
6. Planificar demasiado grande, o demasiado pequeño.
7. No saber cuál es nuestro IKIGAI, nuestra propia voz.
8. Creer que ya está todo inventado.
9. Decirnos que si no sucede es por algo, en lugar de hacer que suceda.
10. No saber por dónde empezar.
11. Conformarse con quedarse con las ganas.
12. Tener muchas intenciones y no pasar a la acción.
13. No dar un mensaje claro acerca de qué es lo que estamos brindando.

 

Como ya te habrás dado cuenta, lo que sí funciona es todo lo contrario. El 28 de septiembre, junto con la coach Cecilia Nuñez y con la diseñadora Cynthia Szmuch, estaremos acompañando a todos los hombres y mujeres que deseen pasar de la intención a la acción, para generar los proyectos productivos con propósito que tanto desean. El encuentro está diseñado para aquellos que todavía no saben lo que desean, para quienes tienen ideas y todavía no saben cómo darles forma y para quienes ya comenzaron tímidamente. Los entrenaremos con las técnicas más innovadoras del coaching, la PNL, el emprendedorismo y la comunicación en un gran viaje metafórico por cinco reinos, donde analizaremos qué es lo que nos está deteniendo y qué podría impulsarnos, y donde los participantes adquirirán recursos concretos:

  • Una guía para definir el rumbo de tu emprendimiento: objetivos, necesidades y recursos.
    • Técnicas para aprender a priorizar y obtener mejores resultados en la organización de tus tiempos.
    • Conexión entre tu proyecto y tu propósito.
    • Estrategias de comunicación digital alineadas con tu propósito y valores.
    • Recursos para conectar con tu abundancia interior y aprender a fijar precios adecuados para tu servicio o producto.
    • Diseñar un espacio propio de acción
    • Integración de las herramientas para aplicarlas a tu propio proyecto.

 

Te esperamos el 28/9 en Versalles, Buenos Aires.

Comprá tu entrada en www.encontratuvoz.com.ar/comprar-entrada/

 

«Si el otro puede, yo puedo», es una frase altamente empoderadora. Sin embargo, para poder, muchas veces debemos considerar mucho más de lo que se ve desde afuera… Para «poder», el otro está pensando, sintiendo y haciendo algo que tal vez nosotros desconozcamos. Vení el 28 de septiembre a «De la intención a la acción», y llevate recursos para vos también poder. Inscripciones en: www.encontratuvoz.com.ar